La conmemoración de 1953, que por cierto fue bastante modesta, tuvo lugar durante un período antisecular, un período de retorno de los religiosos con el gobierno del Partido Democrático de Adnan Menderes (1950-1960), que proclamó en 1956 en Konya (Iconio): “La nación turca es musulmana”. Esta afirmación se corresponde con el carácter de Turquía, que se convirtió de facto en musulmana en un 99% tras el genocidio de los armenios, las expulsiones de los greco-ortodoxos y los pogromos de los judíos, y se ha convertido hoy en el lema preferido de la extrema derecha turca.
Cuando el islam político recuperó el poder, de junio de 1996 a junio de 1997, el primer ministro Necmettin Erbakan prometió a sus votantes la restitución de la basílica al islam, pero no permaneció el suficiente tiempo en el poder como para llevar a cabo este proyecto. Al mismo tiempo, de 1994 a 1998, Recep Tayyip Erdogan, por entonces alcalde de Estambul, manifestó el mismo deseo. Sin embargo, fue depuesto por el Ejército en 1998 e incluso fue a prisión por “atacar el laicismo”.
En 2018, Erdogan ya como presidente turco, recitó el primer versículo del Corán en Santa Sofía, y en marzo de 2019 declaró que quería reconvertir el museo en mezquita. ¿Podría la llamada a la oración del 23 de marzo estar relacionada con esto?
Considero que muchas de las medidas de Erdogan a partir de 2002, y especialmente de 2012, responden, al mismo tiempo, a la persecución de un objetivo político que se remonta a más de cincuenta años atrás, y a una revancha por su destitución en 1998. Así que la oración del pasado marzo es, en mi opinión, solo la (por el momento modesta) culminación de un largo proceso. No debemos ver el régimen de Erdogan como una ruptura, pues es el resultado de una larga corriente nacional-musulmana que no siempre ha sido subterránea.