En esto días hemos conocido al nuevo encargado del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, el comboniano español Miguel Ángel Ayuso. Ordenado en 1982, lleva años en este dicasterio que como él mismo dice “es pequeño pero muy importante para el futuro de la humanidad».2 de julio, El nuevo encargado del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, lleva años trabajando en este dicasterio, y en sus funciones de secretario, llegó a Chile en septiembre de 2017, para participar de la II Cumbre por el Diálogo a cargo del la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos.
La reunión formó parte de los encuentros con que Chile se preparaba para la visita del Santo Padre en enero de 2018.
Dada la importancia del diálogo interreligioso quisimos compartir con uds. la entrevista que le hizo unos días atrás Alfa y Omega. El padre Miguel Angel Ayuso, señala que son tiempos convulsos marcados por «el miedo, los nacionalismos y las desigualdades económicas», dice. Los creyentes de las distintas religiones deben acercarse para «construir la paz» y trabajar juntos por «las personas más necesitadas»
«Hemos complicado demasiado las cosas. Un poco más de fraternidad, un poco más de amor, un poco más de abrirse más a los demás para construir todos juntos desde la diferencia… Eso es todo. Lo que el Papa está pidiendo y el mundo necesita son en realidad cosas muy sencillas, pero se ha creado tal clima generalizado de sospecha y de confrontación que a veces todo esto, tan de sentido común, puede parecer casi extraordinario».
El dicasterio, explica, mediante su trabajo en red con las conferencias episcopales y diócesis de todo el mundo, su ámbito de actuación abarca todo el planeta, promueve «la convivencia entre los pueblos y los grupos de diferentes tradiciones religiosas». «Vivimos en un mundo herido» y la apuesta de la Iglesia es clara: «más y más diálogo, frente al miedo al diferente que hoy propagan los nacionalismos, los populismos, las desigualdades económicas…».
Más allá de «la condena de la violencia y la prevención del terrorismo», un «tema que ha sido central en los últimos años en el diálogo interreligioso», a Ayuso le preocupa «el aumento de la xenofobia, de la islamofobia, la cristianofobia y el antisemitismo». Frente a todas esas amenazas el objetivo es «construir una plataforma de diálogo, no para ponernos a discutir cuál es la religión más verdadera, sino para hacernos compañeros de viaje en nuestro camino hacia la Verdad, con mayúscula, tal como indica la declaración conciliar Nostra aetate, «la Carta Magna de la Iglesia para el diálogo interreligioso».
«Tenemos que tender puentes. Acoger los valores que existen en las distintas tradiciones religiosas para que, desde ahí, sepamos construir la paz» y «acercarnos a las personas más necesitadas». «Juntos podemos hacer proezas», insiste el presidente del Pontificio Consejo, convencido de que «el problema no son las religiones; las religiones son parte de la solución a los grandes problemas que existen hoy en el mundo».
La lógica del diálogo
El presupuesto para esta presencia pública es que «no somos solo creyentes, sino también ciudadanos». Y «en colaboración respetuosa con las autoridades políticas y otros actores sociales, sin invadir el terreno que no nos corresponde, queremos trabajar por una sociedad más inclusiva, en la que se garanticen los derechos de todos».
Apelando a esa ciudadanía inclusiva, Ayuso evita expresamente utilizar el concepto de «minoría religiosa», ya que «todos tenemos la misma dignidad».
A lo largo de la entrevista con Alfa y Omega, expresa en varios momentos su preocupación por la falta de libertad religiosa e incluso la violencia que sufren muchas veces las comunidades cristianas. «No necesitamos hacer referencia a nombres de países, porque todos sabemos en qué ambientes nos movemos», dice con diplomacia. Y recuerda que, «en la comunidad internacional, existen instrumentos y leyes para combatir las violaciones de derechos humanos». Precisamente, la Asamblea General de la ONU acaba de declarar el 22 de agosto como Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia por Religión o Creencias.
El enfoque legal es «muy importante, pero no es esa la lógica del diálogo entre líderes religiosos: uno no puede ir ordenando y amenazando, como un sheriff». Ni «tampoco se dialoga desde una mentalidad de transacción: “yo te doy para que tú me des”, ya que entraríamos en el campo de la negociación». Menos aún se trata de «dar un golpe sobre la mesa porque hay que decir las cosas como son, que es lo que les gustaría a algunos». «Naturalmente, también nosotros quisiéramos que se produjeran pasos mucho más decididos», pero el diálogo requiere «mucha paciencia». «Poco a poco, sin embargo, vamos consiguiendo avances importantes, aunque algunos digan que son insuficientes y otros nos acusen nada menos que de estar traicionando nuestra fe por sentarnos a hablar con los demás».
Avances en el islam
Entre esos logros, el obispo comboniano cita en particular la reciente firma del «Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común» con el imán de Al Azhar y otras autoridades musulmanas durante el viaje del Papa a Abu Dabi.
También concede gran valor a algunos movimientos recientes dentro del islam, como la Declaración de Islamabad (500 imanes «con gran coraje» se pronunciaron a favor de la cristiana Asia Bibi, condenada injustamente por blasfemia), o la Declaración de Marrakech de 2016, que «renovó y actualizó la Declaración de Medina». De especial relevancia en este documento promovido por el Reino de Marruecos, Ayuso destaca que, por primera vez en un texto de estas características, se supera el concepto de «protección de las minorías». Ahora se apela a «una ciudadanía común, un tema –recuerda– que ya había sido expresado unos años antes desde el Vaticano en el Sínodo para Oriente Medio».
Tras su ordenación, en 1982, el misionero comboniano pasó varios años en El Cairo (Egipto) y Sudán, en este segundo caso como director de un centro pastoral y catequético de la diócesis de El Obeid, que incluye las regiones de Darfur y Kordofán, especialmente azotadas por la guerra civil.
Los cristianos, una minoría en estos lugares, sufrieron en aquellos años una fuerte persecución incitada por el Gobierno. El trabajo de Ayuso consistía en «formar a una serie de líderes y catequistas de las comunidades cristianas para que pudieran dirigir la liturgia de la Palabra el domingo sin la presencia de un sacerdote, o hacer un responso cuando un miembro de la comunidad moría».
Pese a vivir en situaciones de gran dificultad, «estas comunidades han creído siempre en el diálogo con sus hermanos y hermanas musulmanes», y «pendientes de cómo ayudar a otros que lo pasan igual o peor que ellos». Miguel Ángel Ayuso cita, para ilustrarlo, uno de sus desplazamientos para celebrar la Eucaristía con una comunidad en medio del desierto. «Hacía un calor horroroso, con 50 grados. Llegué agotado para encontrarme con una comunidad de personas muy pobres, harapientas. Me estaban dando mucha pena, pero ellas no se veían de esa forma, y en la oración de los fieles, de forma espontánea, pedían por quienes tenían todavía menos que ellos».