“Dibujaba un cáliz en la arena para sentirme más cerca de Dios. Rezaba el Rosario con devoción: cada Ave María era mi escudo. Me unía a la creación, contemplando el sol, la luna, las estrellas… todo me hablaba del Señor. Y como decía San Francisco: ‘Si te azotan, bendícelos’. Esa fue mi experiencia”.
Con profundo recogimiento y emoción, cientos de chilenos escucharon en nuestro país el testimonio de la hermana colombiana Gloria Narváez. Una historia de fe y perdón, sobre sus casi cinco años de cautiverio en Mali, en manos de yihadistas.
Fueron exactamente 4 años, 8 meses y 2 días de secuestro, marcados por el temor constante a la muerte, los abusos, la soledad y el dolor. Sin embargo, también fueron años donde sintió, cada día, la presencia viva de Dios, su consuelo silencioso y su protección amorosa.
Su paso por Santiago y Viña del Mar
Durante su visita a Chile, estuvo presente en parroquias de Santiago, Padre Hurtado, San Francisco de Sales, San Patricio y los Carmelitas de Viña del Mar, además de compartir con jóvenes de la pastoral de la Universidad Católica y del colegio Montemar. En cada encuentro, su relato conmovió profundamente a quienes la escucharon. A pesar de la dureza de lo vivido, su testimonio está lleno de misericordia, esperanza y fe inquebrantable.
La Hermana Gloria nos habló también sobre la importante labor de la Iglesia en África, sobre todo en aquellos países marcados por el dolor y el abandono. Religiosas, sacerdotes y laicos ofrecen su vida para ayudar, educar, curar, consolar, evangelizar y estar con los que más sufren.
Su sencillez desarma. Cuesta imaginar que bajo su aparente fragilidad habita la fuerza que le permitió resistir el cautiverio. Fue encadenada, maltratada psicológica y físicamente, obligada a beber agua contaminada, incomunicada y rodeada de violencia constante. No obstante, la oración la sostuvo: “La fe y los salmos fueron mi refugio. Sabía que muchas personas rezaban por mí. Eso me daba serenidad”.
Recordando su experiencia, relata:
“Pasé casi cinco años privada de libertad. Me dolía ver a niños de apenas 7 u 8 años portando armas y siendo los más violentos. Pero no estaba sola: otras mujeres secuestradas, aunque de distintas nacionalidades y religiones, se convirtieron en mi consuelo. No podíamos hablar ni llorar, pero nos apoyábamos en silencio”.
Sor Gloria no solo sobrevivió. Hoy da testimonio de una fe viva, capaz de sostener y sanar en medio de las pruebas más duras. Su visita fue un verdadero regalo de esperanza para la Iglesia chilena.
Vuelve a escuchar su testimonio en Viña del Mar
«Si te azotan, bendícelos» se repetía constantemente la Hermana Gloria Narváez durante su cautiverio.
Un testimonio de persecución, fe y perdón que vale la pena escuchar.