ayuda monasterio Indonesia

Indonesia: Ayuda para equipar el taller de vestimentas litúrgicas y el de velas de un monasterio contemplativo

En el año 1212, la joven y bella Chiara Offreduccio di Favarone abandonó en secreto el hogar acomodado de sus padres. Dejó atrás a las personas que quería, toda su seguridad y protección, y todas las comodidades y riquezas para entregar su vida en pobreza, castidad y obediencia a su esposo Jesucristo. Se había “contagiado” de los ideales de San Francisco de Asís. Así, su horrorizada familia se encontró ante hechos consumados: se había cortado el pelo para demostrar que había elegido irrevocablemente una vida de seguimiento radical de Cristo. En aquella época no era inusual que una chica ingresara en un convento, pero las jóvenes de familias nobles llevaban por entonces una vida acorde a su estatus social incluso como religiosas. Elegir una vida de amarga pobreza era algo nuevo e inaudito. Pronto se le unieron otras jóvenes, y más tarde se hizo famosa en todo el mundo como Santa Clara de Asís, fundadora de las clarisas.

La orden de las clarisas se caracteriza por el hecho de que no solo las religiosas renuncian a cualquier tipo de posesión, sino que también la comunidad es pobre y no posee nada.

Hoy en día, en todo el mundo hay religiosas que siguen el ideal de Santa Clara, y también están presentes en Indonesia. Este país formado por numerosas islas es, con sus 272 millones de habitantes, la nación musulmana más grande del mundo. Allí, los cristianos representan solo el 10% de la población, y los católicos, un 3%. No obstante, la Iglesia tiene motivos para estar esperanzada y alegre, pues en este país del sudeste asiático hay un número considerable de vocaciones religiosas.

El convento de las clarisas de Gununsitoli, en la isla de Weetebula, también está bendecido con numerosas vocaciones, y eso permitió fundar en 2017 una nueva comunidad en Sibolga con diez religiosas procedentes de él. Ese nuevo convento se construyó con la ayuda de nuestros benefactores.

Las religiosas llevan una estricta vida de oración y penitencia. Llevan las necesidades del mundo entero ante Dios e intentan vivir del trabajo de sus manos. La Hna. M. Coleta Simamora nos escribe: “Vivimos día a día una vida muy sencilla, pero llena de alegría”.

Para ganarse la vida confeccionan velas y vestimentas litúrgicas, y hornean hostias. Sin embargo, solo disponen de herramientas muy rudimentarias, y eso dificulta el trabajo. Por eso nos han pedido ayuda para equipar mejor sus talleres de velas y vestimentas litúrgicas: necesitan máquinas de coser más profesionales, moldes para la fabricación de velas y otros utensilios de trabajo. Nosotros les hemos prometido 16.350 euros.

Donar

Abrir chat
¡Hola! Gracias por comunicarte con la Fundación ACN Chile. ¿En qué podemos ayudarte?