Este Viernes Santo te invitamos a profundizar el misterio de la Cruz y la inmensidad del amor de Cristo por cada uno de nosotros. Acudimos a nuestro fundador, padre Werenfried, para meditar los episodios de la Pasión del Señor.
Jesús abandonado
Jesús, abandonado y solo sobre una cruz entre el cielo y la tierra, nos ha redimido a todos. Sólo si lo amamos y estamos unidos a Él obtendremos el rescate de nuestros pecados y la llave al Reino de los Cielos. Por lo tanto, nuestra unión con Él debe sernos más preciosa que todos los tesoros de la tierra.
Nadie puede estar unido al Señor sin compartir Su sufrimiento y Su Cruz. De manera que en ninguna parte es la Iglesia más floreciente que allí donde sufre persecución o aflicciones por la causa de Cristo. Y en ninguna parte está más necesitada que allí donde huye del abandono del Crucificado.
Sólo podrán estar unidos a Jesús abandonado si verdaderamente comparten de corazón las penas de los hermanos afligidos, en quienes reconocen al Señor. Las consecuencias son inimaginables. En Él poseen a Dios, en quien no sólo encontrarán el cielo con la Santísima Trinidad, sino la tierra con toda la humanidad. En Él lo poseen todo, pues todo lo que es suyo será también de ustedes.
Ser elegidos de esta manera les costará caro. Pues en el Señor crucificado ya no había conciencia de la presencia de Dios. Todo lo que le quedaba era un dolor desesperanzado, el fracaso total y la soledad de aquellos que se sienten abandonados por Dios y por el hombre. Asimismo, este dolor, que es el precio de la redención, será de ustedes si verdaderamente aman a Jesús abandonado y están unidos a Él.
Es ley básica del cristianismo que debemos morir en la tierra, como el grano de trigo, para que podamos dar fruto eternamente. Por lo tanto, un día nosotros también padeceremos nuestros Calvarios. Tal vez en una larga enfermedad o cuando la muerte se lleve a quienes más amamos. Tal vez en nuestro pesar por un hijo que ha seguido un mal camino, o en la injusticia o el fracaso, en la soledad de la vejez, en la pobreza o en la terrible persecución por la Fe. No sabemos cuándo llegará la hora de nuestro Calvario. Sólo sabemos que Dios no permite que nadie sea probado por encima de sus fuerzas.
De manera que mantengan sus ojos fijos en el Hombre de los Dolores. No permitan que los pequeños problemas cotidianos que ocupan tanto espacio en sus mentes, les hagan olvidar el día en el que deberán tomar sobre sus hombres su última y más pesada cruz. Combatan su ansiedad sobre lo que pensarán los demás, su cobardía y temor al sufrimiento, sus pasiones y pecados. Ejercítense en cargar las pequeñas cruces que Dios les confía. “