La casa parroquial del padre Ángel es grande, pero el edificio no oculta su antigüedad ni que necesita urgentemente ser renovado. Ahora bien, este es uno de los problemas menores para el párroco. Le preocupa más el suministro de electricidad y agua que solo funcionan esporádicamente. Por esta razón, en los cuartos de baño de todo el país hay grandes cubas llenas de agua, por si el suministro de agua vuelve a fallar. Las personas más pudientes o los buenos restaurantes ponen en marcha generadores diésel durante las largas horas en que se corta el suministro de electricidad.
Guarataro, un lugar olvidado
La parroquia de San Javier existe desde 1778 y tiene una gran extensión; allí se encuentra también el pequeño pueblo de Guarataro. Para llegar al pueblo, el padre Ángel tarda aproximadamente una hora en autobús o en auto-stop, recorriendo un camino que pasa a través de regiones de bosque y estepa.
En Guarataro hay una pequeña capilla de madera donde celebra la Santa Misa una vez a la semana. Los niños siempre se alegran mucho de verlo, nada más llegar a la capilla, y ellos acuden a él desde todas las direcciones. Muchos de ellos están desnutridos y parecen tres o cuatro años más pequeños de lo que realmente son. La Iglesia es una de las pocas instituciones que se ocupa de la gente en este lugar; no hay ni comisaría de policía ni médico, lo cual puede ser a veces fatal para la población. Recientemente, una mujer tuvo problemas de salud durante la noche, no se encontraron ni médicos, ni ambulancias dispuestos a venir a Guarataro. Los habitantes de la aldea son muy pobres y no tienen vehículos propios. Como nadie acudió en su ayuda, la mujer apareció muerta por la mañana. Esta es la realidad en la que el padre Ángel trabaja como pastor. Él mismo reconoce que su presencia no es más que una gota en el océano:
«Es difícil predicar a la gente sobre el amor de Dios cuando no sienten más que ignorancia y desprecio día tras día. Al menos, sienten que no son indiferentes ni para mí ni para la Iglesia».