Otra tentación fuerte, debido a las numerosas necesidades materiales, es la de marcharse del país. Más de 4 millones de personas han abandonado Venezuela en los últimos años para tener mejores condiciones de vida, según datos de Naciones Unidas. “Nosotros los sacerdotes también sentimos la tentación de marcharnos del país, porque en otras partes también necesitan sacerdotes. Cuando la familia tiene problemas y los padres o hermanos no tienen cómo mantenerse, salir fuera sería una oportunidad para ayudar”.
Pero las dificultades a las que están expuestos los religiosos, religiosas y sacerdotes no son solo económicas. En el último año una decena de sacerdotes han tenido que salir del país para recibir atención médica y al menos 4 han fallecido por falta de medicamentos básicos en tratamientos de cáncer o diabetes. A esto también se suman casos de violencia y robo, como el del padre Irailuis García, de Barquisimeto, asesinado durante un atraco en julio de 2018.
El sacerdote recorre las calles, senderos y escaleras del barrio de Ezequiel Zamora, una zona muy pobre en las colinas de la ciudad de Catia La Mar. Llegó recién ordenado sacerdote hace sólo dos años. Algunos vecinos le saludan muy contentos al verle, cuando va a atender la Misa a la iglesia parroquial o a las otras tres capillas de la parroquia, “algunos ven impensable pasear por aquí, porque es una zona conflictiva, pero quiero estar cerca y transmitir el Evangelio con alegría, sin escatimar en tiempo y ayuda para todos”.
En estos tiempos de dura crisis en el que el ambiente general es el de sobrevivir y tratar de buscar lo suficiente para poder comer, el padre Ángel se ha convertido también en dinamizador de la comunidad, padre, hermano, e incluso constructor. “Estamos quitando el muro que tenía alrededor el templo, para hacer ver que la Iglesia está más cerca ahora de la gente. Hemos tenido que arreglar el tejado y acondicionar varias salas para la catequesis”.