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Las peores consecuencias de la guerra no serán inmediatas: las secuelas psicológicas, espirituales, físicas y humanitarias, así como las que afectan a la familia, se sentirán probablemente más tarde. La curación es un proceso. Nosotros
hemos puesto en marcha una asistencia psicológica en una de nuestras casas, un sacerdote participa en este proceso. Solo Dios puede curar estas profundas heridas. Solo Dios puede responder a la pregunta de por qué estamos sufriendo de esta manera”, ha señalado Mons. Radoslaw Zmitrowicz, obispo auxiliar de la diócesis de Kamyanets-Podilskyi, en su visita a la fundación ACN.
Como ejemplo, el obispo ha recordado una conversación que mantuvo pocos días antes con un párroco que había ido al frente para estar con los soldados, y al que habían pedido que devolviera los cuerpos de cuatro hombres muertos a sus familias. Estas son experiencias traumáticas que dejan una profunda huella y, aun así, no puede compararse con lo que han presenciado muchos soldados.
“Uno de los problemas surge con los soldados que regresan, ya que nadie entiende por lo que han pasado. Nosotros tenemos alguna modesta experiencia con este tipo de problemas por la guerra que ya se venía librando desde 2014. Estamos trabajando con vistas a largo plazo”, ha dicho, añadiendo que la Iglesia local ha solicitado la ayuda de especialistas internacionales en temas como el trastorno de estrés postraumático para ayudar a los soldados y sus familias.
Situada cerca de la frontera con Moldavia y Rumanía, la diócesis de Kamyanets-Podilskyi está en su mayor parte alejada de la guerra, lo que significa que la vida allí es relativamente segura, excepto por el impacto de ocasionales misiles a los que, según el obispo, la gente se ha acostumbrado. Sin embargo,
la afluencia de desplazados amenaza con desbordar a la población local y a la Iglesia, que ha abierto las puertas de muchos de sus edificios, conventos y monasterios. La mayor preocupación actualmente es la escasez de combustible y la visible disminución de la ayuda humanitaria internacional, precisamente en un momento en que los ahorros de muchos desplazados empiezan a agotarse.