En muchos búnkeres y refugios, las circunstancias son difíciles debido a la falta de espacio, el miedo y las privaciones, señala el sacerdote:
“Me cuentan que hay mucha rabia y mucha desesperación, mucho llanto y tristeza. Es un estado de ánimo que unos se contagian a otros. En cambio, entre nosotros, el ambiente es algo diferente. Rezamos juntos todos los días y adoramos a Jesús Sacramentado”.
Cada noche, el P. Mateusz y su pequeña comunidad pasan horas en adoración eucarística. Esto les infunde mucha fuerza, nos cuenta el sacerdote:
“El otro día, durante la adoración vespertina, le dije al Señor: ‘Estoy preparado para todo y doy gracias por toda mi vida’. Y pensé en los planes que Dios tiene para nosotros, para esta parroquia, para los fieles y para Ucrania. Si eso puede convertirse en semilla, en semilla de esperanza y fe para otras personas, nosotros somos felices”.
Una escena del Evangelio se ha convertido en escena clave para este párroco: “Cuando los fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron que huyera porque Herodes quería matarlo, él respondió: ‘Id y decid a ese zorro: Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada. […] no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén’ (Lc 13,32-33)”. Esto, también le ha reafirmado en su decisión de quedarse en Kiev junto a su parroquia: “Cristo ha resucitado y ha vencido sobre la muerte, él está con nosotros y nos acompaña, él es nuestra esperanza”.
Los feligreses de la parroquia de San Antonio que se refugian en otros lugares pueden seguir actualmente la Santa Misa a través de diversas retransmisiones en línea. El párroco Mateusz trata de animar a la gente a través de sus homilías.
“Somos pastores de todos y cada día atendemos a más gente. Dios realmente está con nosotros. Si conseguimos hacer lo necesario -comprar, organizar la comida- nos sentimos seguros. Perseveramos en la oración con nuestros hermanos y hermanas, rezando por la paz”.