Yo creo que la asistencia de una delegación vaticana y muchas organizaciones caritativas no sirias a esta conferencia a pesar de todas las dificultades, incluidas carreteras bloqueadas por la nieve y la Covid, infunde esperanza en los líderes de la Iglesia y en los cristianos en general.
Sin embargo, la desesperación está muy extendida entre los cristianos sirios. Por eso nos alegra poder apoyar iniciativas dirigidas específicamente a dar ánimo a la gente en situaciones desesperadas. Por ejemplo, a través del Christian Hope Center (Centro Cristiano de Esperanza), en Damasco y Homs, financiamos proyectos para ayudar a la gente a reconstruir sus vidas tras la guerra. En todo el país, financiamos campamentos de verano para que los niños pobres estén más arraigados en la fe y encuentren alegría en circunstancias difíciles. Muchos cristianos tienen poca esperanza, pero la que aún albergan proviene de las iniciativas de la Iglesia.
¿Cómo ha afectado la guerra a la fe de los cristianos en Siria?
Muchos cristianos sirios han sufrido terribles traumas en los últimos once años. Han perdido a sus seres queridos, han sido testigos de una violencia extrema e incluso han sido amenazados de muerte por ser cristianos. Creo que la fe es el motivo por el que muchos han resistido. El año pasado visitamos a una mujer cuyo marido fue secuestrado -y probablemente asesinado- por extremistas islámicos en Malula, y que solo encuentra consuelo en la Iglesia y en la fe, y, en particular, en las religiosas que apoyan a su familia.
Para muchos cristianos, la guerra ha tenido un efecto positivo en su fe y ha brindado a la Iglesia la oportunidad de -a pesar de los pesares - poner en práctica sus enseñanzas sobre la caridad y el perdón.
Es cierto que hay más jóvenes implicados en las actividades de la Iglesia que nunca: en los Boy Scouts, en los campamentos y en los eventos. Dada la pobreza y los retos de la vida ordinaria, reunirse con otros jóvenes en la iglesia se ha convertido en algo más habitual que antes. Al mismo tiempo, estos se plantean preguntas difíciles sobre la fe y su futuro. Después de tantos años de violencia, ¿dónde está Dios? ¿Está la Iglesia haciendo todo lo que puede para proteger el futuro de los jóvenes en el país? ¿Por qué esta guerra ha provocado la muerte de algunos de sus amigos, mientras la mayoría de los demás viven aparentemente satisfechos en Occidente? ¿Deben quedarse o deben irse? Estas pueden ser preguntas atormentadoras, por lo que queremos asegurarnos de que la Iglesia esté ahí para apoyar a los cristianos que lidian con ellas y con el trauma ocasionado por la última década.