ACN: ¿Pero no resulta contradictorio que grupos con reivindicaciones religiosas se involucren en el tráfico de drogas?
Es cierto que los GTA cuidan su imagen de buenos creyentes, la mayoría de las veces no se ensucian las manos con las drogas directamente. Lo que hacen es permitir que operen grupos de malhechores, a los que cobran un impuesto. Ya en 2001, el salafista egipcio Al Tartusi consideró que la práctica del zakat (el diezmo islámico) sobre los productos de contrabando se ajustaba a las normas de la yihad. Es pura hipocresía. Muchos de los guerreros yihadistas provienen de un entorno de bandidaje. En general, no hay un discurso muy coherente entre los GTA del Sahel que se proclaman islámicos, aunque se subscriban al “califato”, es decir, al Daesh. El Ejército de Níger, por ejemplo, ha comprobado que los prisioneros de los GTA no son practicantes y que no rezan sus oraciones diarias.
ACN: ¿Cómo explicarse el hecho de que estos grupos estén obteniendo el apoyo de parte de la población en las zonas que controlan?
Se trata de zonas profundamente desfavorecidas y abandonadas por la Administración. Incluso antes de la colonización, eran lugares en los que la economía se basaba en el tráfico ilegal. Allí, el Estado es percibido como distante, ilegítimo y corrupto. Los jóvenes fulani o tuareg son muy conscientes de que están en un callejón sin salida, sin perspectivas. Viven en sociedades muy jerárquicas, bajo el dominio de los líderes religiosos y los cabeza de familia. Para ellos, la yihad es un medio de emancipación. Es bastante sorprendente que primero ataquen a los jefes de las aldeas, a los ancianos, en las áreas que someten a su control. Creo que el éxito de los GTA se explica en gran parte por el aumento de poder de estos jóvenes, que tienen sed de acción y deseo de combatir. Es por eso, en particular, que el Estado Islámico del Gran Sahara ha logrado tantos éxitos desde su creación en 2015, pues se muestra más activo y agresivo que otros grupos como, por ejemplo, Al Qaeda del Magreb Islámico.
ACN: ¿Cómo pueden estos grupos armados terroristas, que no disponen de grandes medios, tener éxito sobre el terreno frente a los ejércitos regulares?
Tienen una gran movilidad y no necesitan muchos recursos; atacan y se dispersan con facilidad; y, sobre todo, se aprovechan del estado de las tropas que tienen delante. Así, en Mali, un puesto pudo ser atacado impunemente por terroristas porque los soldados no montaron guardia. Sin embargo, ésta es la base de la instrucción militar, y ver este tipo de comportamiento, después de sesenta años de cooperación franco-maliense, es suficiente para ser pesimista con vistas al futuro. Hay una falta de confianza entre los soldados y sus superiores que conduce a resultados desastrosos sobre el terreno.
En Burkina Faso, el Estado está empezando a armar a los civiles, lo cual es muy preocupante, pues la experiencia demuestra que es la mejor manera de sembrar las semillas de una guerra civil.
ACN: ¿Cómo cree usted que evolucionará la situación actual?
En los próximos cinco años, me temo que la expansión territorial de los GTA continuará. El tráfico se va a organizar y a aumentar. Después de expandir su dominio sobre el Sahara musulmán, los lugares donde conviven cristianos y musulmanes son los próximos objetivos. Por ejemplo en Burkina Faso y Nigeria, los equilibrios existentes ya están amenazados. En los próximos cinco años, los Estados africanos seguirán necesitando el apoyo de Occidente para evitar la catástrofe. Sin la Operación Barkhane, Mali ya sería un país dividido en dos y una tentativa de golpe de estado en Chad podría haber tenido éxito en 2013. Esto alimenta la propaganda de los yihadistas, que se aprovechan del resentimiento antifrancés, pero no hay otras soluciones para evitar que la situación degenere aún más.