“No tenemos tiempo para asustarnos. Nos quedamos y ayudamos a la gente a sobrevivir a esta situación”. Mariupol, un puerto importante, se encuentra a sólo 60 kilómetros de la frontera rusa y muy cerca de las zonas bajo control separatista, por lo que también está bajo intenso fuego.
Las amenazas y el miedo a una mayor escalada crecen de hora en hora. Eso también se refleja en las actitudes de las personas, informa el sacerdote.
“Algunas personas han venido a nosotros para hacer su confesión por primera vez en su vida. Los ancianos y los enfermos nos piden que vayamos a ellos y escuchemos su confesión. Quieren estar listos para la muerte si llega el caso”.
Además del acompañamiento espiritual, con la ayuda de los laicos, actualmente se ocupa de evacuar a niños de familias indigentes y llevarlos a la seguridad del campo en el centro de Ucrania. “Los niños están todos traumatizados, porque aquí ha habido tiroteos en la zona. Los calmamos y les decimos que necesitan un descanso”, informa el hermano Vasyl.
ACN también está en contacto con el obispo Jan Sobilo, de Saporischschja, que también se encuentra en el este de Ucrania. El obispo Sobilo es originario de Polonia, pero rechaza cualquier sugerencia de ponerse a salvo.
“Vine aquí para servir a la gente”, dice, expresando su esperanza diciendo que “este terrible tiempo de guerra también debe convertirse en una bendición, para que triunfe la bondad y el amor”. Sin embargo, no descarta un bombardeo de su ciudad, y sigue esperando la ayuda de ACN:
“La fundación siempre está con nosotros. Si lo peor llega a lo peor, por favor sigan ayudándonos”.
Como reacción al estallido de la guerra en Ucrania, la fundación pontificia mundial Ayuda a la Iglesia que Sufre ha destinado un paquete de ayuda de un millón de euros. Según un comunicado del presidente de ACN, el Dr. Thomas Heine-Geldern, este paquete de ayuda es para sacerdotes y religiosos que trabajan en parroquias, con refugiados, en orfanatos y en hogares de ancianos en todo el país.