Así, algunas cartas llegan con toda la información, otras reflejan lo ocurrido parcialmente y las víctimas mencionan otros hechos más. La comisión se encarga de anotar toda la información que falta para comunicársela al preso. Actuamos como intermediarios para llegar a la verdad.
Y una vez conocida toda la verdad, ¿qué ocurre?
Si el superviviente afirma que en la carta no falta nada, nosotros le proponemos acudir a la cárcel para hablar con el preso. Así, un día al mes organizamos estas visitas con el servicio social de la prisión. Siempre ejercemos de mediadores y estamos presentes en los encuentros. Nosotros facilitamos estos intercambios, que hacen brotar fuertes emociones.
Luego, si el perdón se da y se acepta, este debe extenderse a los miembros de la familia. El perdón tiene que ser familiar, tanto para los familiares del superviviente como para los familiares del preso.
También, trabajamos en el seno de la comunidad y organizamos encuentros con los supervivientes por un lado y con las familias de los presos por otro. Luego, los reunimos a todos. La mayoría de estas personas son creyentes, la fe desempeña un papel primordial en el proceso de perdón. Todos nuestros encuentros giran en torno a la Palabra de Dios, que es de donde extraemos ejemplos de perdón. Rezamos e intercambiamos opiniones sobre los textos que muestran lo liberador que es el perdón. También invitamos a personas que ya han pasado por ese proceso de reconciliación para que den su testimonio, pues eso anima a los demás. Así, cuando los presos son liberados, llegan a una comunidad preparada para ello.
Es un proceso largo...
Sí, por eso empezamos tres años antes de la puesta en libertad, pero una vez liberados el proceso no ha concluido: entonces emprendemos un viaje de al menos seis meses para que presos y víctimas superen el miedo. Organizamos encuentros en torno a la Palabra de Dios, trabajos comunitarios que les permiten trabajar juntos en el campo, en una obra de construcción... Les pedimos que se visiten mutuamente. La reconciliación no es automática. Hay que construir la confianza. Es un proceso largo.
También organizamos peregrinaciones a Kibeho (donde se apareció la Virgen María) a las que invitamos a pequeños grupos de diferentes parroquias. Cada uno cuenta su viaje e intercambiamos pareceres y experiencias. Así, cada uno se fortalece en su camino de perdón.
Al término de los seis meses, la Comisión de Justicia y Paz evalúa el estado de la reconciliación. Los voluntarios que los acompañan dan su opinión sobre el proceso y las actividades conjuntas realizadas. Si el proceso ha fructificado, la Iglesia organiza una jornada oficial de unidad y reconciliación. Los presos son recibidos en la iglesia y piden perdón oficialmente. Confiesan públicamente lo que han hecho y piden perdón, las víctimas también conceden públicamente su perdón.
¿Qué dificultades surgen en este proceso?
Este proceso requiere enormes esfuerzos. Las heridas siguen allí, incluso 29 años después. Algunos no quieren rememorar esas heridas porque ya empiezan a cicatrizar… Para que la reconciliación tenga visos de éxito, la víctima debe estar convencida de la sinceridad del ruego de perdón y se tienen que poner sobre la mesa todos los hechos cometidos. Muchas víctimas siguen sin poder llorar a sus seres queridos porque no saben dónde están sus cuerpos; tienen la esperanza de que su verdugo conozca el lugar de sus crímenes.
Para los expresidiarios también es muy difícil. Algunos de ellos nos dicen:
“El exterior es peor que la cárcel: mi mujer ha empezado una nueva vida con otro hombre, tengo miedo de cruzarme con los familiares de las personas que maté, ¿cómo voy a ir a la iglesia donde cometí los asesinatos?”
Otra dificultad reside en que el resto de la familia no quiera conceder el perdón. Hay que respetar el ritmo de cada persona y acompañarla en ese camino.
Algunos presos no reconocen los crímenes que se les imputan. ¿Existe la presunción de inocencia?
Los tribunales gacaca han sido de gran ayuda a la hora de condenar a la mayoría de las personas que participaron en el genocidio, pero estos tribunales populares también tienen sus límites. En ocasiones, pese a no haber pruebas suficientes y aunque el imputado se declarara inocente, lo condenaban. Nuestro trabajo nos ha permitido conocer a algunos presos que han sido injustamente acusados y encarcelados. Por ejemplo, algunos presos admiten haber saqueado pero no haber matado. Algunos supervivientes, dominados por la emoción o el deseo de venganza, han lanzado acusaciones falsas. Sin embargo, una vez dictada la sentencia es difícil dar marcha atrás.
¿Ha acompañado usted a algunos de esos prisioneros para preparar su puesta en libertad?
Sí, ciertamente. Como ya he explicado, la reconciliación se basa en la verdad y en pedir y conceder el perdón. Cada caso es diferente. Hay que escuchar, discernir y tratar de descubrir la verdad, lo que ocurrió realmente.