Las religiosas contemplativas de Sofía, Bulgaria, lo expresan de esta manera: “En estos momentos extremadamente difíciles, somos más conscientes que nunca de lo mucho que dependemos los unos de los otros, de lo mucho que nos necesitamos. Juntos somos un solo cuerpo. Nosotras, escondidas a los ojos del mundo, dirigimos nuestras vidas a ser el corazón de este cuerpo, para que la gracia de Dios pueda actuar a través de nosotras y fluir en todos los miembros. Rezamos por ustedes todos los días”.
“Todos los días rezamos y rogamos por la salud de nuestros benefactores y sus familias, y por el fin de la pandemia”, nos escriben las religiosas greco-católicas de Veliky Birky, Ucrania. “Suplicamos a Dios por aquellos que sufren dolor y miedo. Por los que están consternados y enfermos. Por los médicos y todos aquellos de los que depende la superación de la pandemia. Que el Señor los bendiga y que la Madre Inmaculada de Dios los proteja”.
Las numerosas cartas, llamadas telefónicas y correos electrónicos que recibimos cada día en Ayuda a la Iglesia que Sufre desde tantos rincones del mundo, son eslabones de cadenas de oración, son abrazos de Dios, el eco de Su amor.
Son testimonios vivos de la Comunión de los Santos que proclamaba San Pablo: “Si un miembro sufre, todos los demás miembros sufren con él”, porque “vosotros sois el Cuerpo de Cristo y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo” (1 Cor 12, 26-27).
Apoyemos a este regimiento de oración y también de acción porque rezan y curan, enseñan, alimentan, consuelan, administran sacramentos…