“Muchas familias están desestructuradas y falta una verdadera figura paterna y figura materna, pues muchos viven con los abuelos u otros parientes. Ante este tipo de abandono, muchos jóvenes se refugian en las bandas -un fenómeno que los impulsa a la delincuencia juvenil-, en el alcohol, los robos y las drogas, y muchos se contagian el sida debido a la promiscuidad”.
A menudo, la calidad de la educación escolar también deja mucho que desear, y, además, muchos jóvenes tienen que trabajar desde pequeños debido a la pobreza de sus familias.
A pesar de esta complicada coyuntura, el apostolado de las vocaciones iniciado en el Vicariato hace varios años está dando sus frutos, pues todos los años surgen vocaciones. La formación sacerdotal se complementa con un período preparatorio de dos años -el llamado propedéutico- para, entre otras cosas, cubrir las lagunas de la educación escolar antes de que los jóvenes varones puedan dedicarse al estudio de la Teología y la Filosofía.
Actualmente, 17 jóvenes se preparan para llegar a ser sacerdotes. Diez de ellos aún están cursando los dos años preparatorios en el propedéutico de Yurimaguas, mientras que los otros siete ya ingresaron y estudian en el seminario mayor de la Diócesis del Callao. Los formadores tienen que dedicar mucho tiempo, cuidados y atención a los futuros sacerdotes, y es importante crear un clima de confianza y amor al prójimo para que las virtudes puedan desarrollarse y para que estos jóvenes puedan madurar humana, espiritual e intelectualmente hasta convertirse en personas estables, pues muchos de ellos no se han criado en familias sólidas, sino más bien en circunstancias difíciles.