Como en muchas partes del mundo, las cárceles de Iberoamérica están superpobladas y las condiciones de vida en ellas son duras.
Así, por ejemplo, la prisión del Callao en Perú está diseñada para 1.500 presos, pero alberga a 5.600. Allí, la pastoral penitenciaria desempeña un papel benéfico: dos veces por semana, los presos se reúnen para la lectio divina común, cada semana se celebra la Santa Misa (en la que participan hasta 800 reclusos), y también se celebran las fiestas del año eclesiástico.
El Obispo mismo, Mons. José Luis del Palacio Pérez-Medel, ha visitado la prisión varias veces. Cuando visitó al Papa Francisco en Roma en 2018, le entregó una carta de los presos, y el Papa respondió personalmente, animándolos, a pesar de todos sus defectos y debilidades, a creer y confiar en la ayuda y la misericordia de Cristo.