Irak y Siria son una preocupación constante del Santo Padre y personalmente nos llama a mantenernos atentos a sus dificultades. Aseguró a los más de 150 participantes de la reunión Siria/Irak que cada día lleva ante el Señor en la oración “los sufrimientos y las necesidades de las Iglesias y de los pueblos en aquellas amadas tierras, como también de quienes se prodigan para darles su ayuda”.
Hoy, con la presencia del Papa Francisco, finalizó una reunión organizada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral en colaboración con la Secretaría de Estado y la Congregación para las Iglesias Orientales. Se trató del sexto encuentro de coordinación sobre la respuesta de la Iglesia a la crisis en Irak, en Siria y en los países cercanos, que este año contó también con la Sección Migrantes y Refugiados, y la participación del Alto Comisario de las Naciones Unidas para los refugiados.
El objetivo de la reunión, en línea con el camino emprendido en los últimos seis años, era “ser un tiempo de reflexión y comunión fraternal” entre todas las instituciones eclesiales que participan en las obras de caridad y asistencia a las poblaciones afectadas por esta crisis humanitaria. Pero, por sobre todo, este año, la reunión en el Vaticano tenía una gran preocupación: el regreso a casa de los refugiados. La discusión versó sobre las perspectivas realistas de un retorno voluntario de los desplazados internos y los refugiados a sus comunidades de origen.
Representantes de ACN participan de reunión en #Roma sobre la crisis humanitaria en #Iraq y en #Siria, padre Ibrahim de #Aleppo, el director de @ACN Itala, Monteduro y Don George Jahola de #Qaraqosh.
En las actividades participaron más de 50 organismos caritativos católicos, representantes de los episcopados locales y de las instituciones eclesiales; congregaciones religiosas que operan en Siria, Iraq y los países limítrofes. ACN estuvo allí dando su testimonio.
El Papa reconoció que con la labor que el grupo está desarrollando, en relación a la investigación sobre la ayuda humanitaria de las entidades eclesiales, se está realizando “una importante contribución para comprender mejor las necesidades y coordinar mejor las ayudas en favor de estas poblaciones”. Y puso en guardia sobre el riesgo de que la presencia cristiana sea cancelada, precisamente en la tierra desde donde se propagó en el mundo la luz del Evangelio.
“La Iglesia – dijo – toda mira a estos hermanos y hermanas nuestros en la fe y los anima con la cercanía en la oración y la caridad concreta a no resignarse a las tinieblas de la violencia y a tener encendida la lámpara de la esperanza”. “El testimonio de amor con que la Iglesia escucha y responde al grito de ayuda de todos, a partir de los más débiles y pobres, es un signo luminoso para el presente y una semilla de esperanza que germinará en el futuro”, afirmó.
Francisco destacó, entre las iniciativas promovidas por el grupo de trabajo, aquella destinada a apoyar el reingreso de las comunidades cristianas en la llanura de Nínive, en Irak, y los cuidados sanitarios a muchos enfermos pobres en Siria, en particular a través del proyecto “Hospitales Abiertos”.
Animó a todos los presentes a seguir cuidando de la educación de los niños, del trabajo de los jóvenes, de la cercanía a los ancianos, del cuidado de las heridas psicológicas, “sin olvidar –dijo – las del corazón, que la Iglesia está llamada a aliviar: «Donde haya ofensa, – recordó citando al pobrecillo de Asís – que lleve yo el Perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la Unión. »
No abandonarlos
En la conclusión del discurso, el Papa se dirigió a la Comunidad Internacional, a la que pidió con fuerza que no olvide las muchas necesidades de las víctimas de esta crisis, y sobre todo, que supere la lógica de los intereses poniéndose al servicio de la paz y poniendo fin a la guerra.
“No podemos cerrar los ojos sobre las causas que han obligado a millones de personas a dejar, con dolor, la propia tierra. Al mismo tiempo animo a todos los actores involucrados y a la Comunidad internacional a un compromiso renovado en favor del reingreso seguro de los desplazados de sus hogares. Asegurarles la protección y un futuro es un deber de civilidad. Es secando las lágrimas de los niños que no han visto otra cosa que escombros, muerte y destrucción, que el mundo reencontrará la dignidad”.
El Obispo de Roma reiteró también su aprecio por los grandes esfuerzos en favor de los refugiados cumplidos por diversos países de la región y por las diversas organizaciones, muchas de ellas presentes en estos dos días de trabajos, e invitó a la oración de San Francisco: «Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz».
“Ser instrumentos de paz y de luz: es el deseo que hago a cada uno de ustedes. Desde lo profundo del corazón, gracias por lo que hacen cada día, junto a muchos hombres y mujeres de buena voluntad. El Señor los bendiga y la Virgen los acompañe”, finalizó.
El conflicto en Siria e Irak ha producido una de las crisis humanitarias más graves de las últimas décadas. La Santa Sede, además de la actividad diplomática, participa activamente en programas de ayuda y asistencia humanitaria. Desde 2014, la red eclesial ha destinado a la emergencia más de mil millones de dólares, que han llegado a más de cuatro millones de beneficiarios individuales por año.
Según fuentes de la ONU, actualmente hay más de 13 millones de personas que necesitan ayuda en Siria y casi 9 millones en Irak; los desplazados internos son más de 6 millones en Siria y 2 millones en Iraq, mientras que los refugiados sirios registrados en países limítrofes, entre los cuales Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto son 5,6 millones. Los retornos voluntarios a Irak ascenderían actualmente a 3,9 millones de personas.