de suma importancia hasta el punto de llevar a la comunidad cristiana a establecer el compartir los bienes y el sustento de los catequistas.
Con la institución del ministerio de Catequista, -explica monseñor- el Papa Francisco promueve aún más la formación y el compromiso de los laicos. Es una nota que merece ser considerada porque añade una connotación aún más concreta al gran impulso ofrecido por el Concilio Vaticano II, que en las últimas décadas se ha visto muy enriquecido no sólo por un magisterio específico al respecto, sino sobre todo por un compromiso real en la Iglesia y en el mundo. No hay que subestimar la consideración que ofrece el Papa: «El apostolado laical posee un valor secular indiscutible… Su vida cotidiana está entrelazada con vínculos y relaciones familiares y sociales que permiten verificar hasta qué punto “están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos” (LG 33)» (Antiquum ministerium, 6).
La conclusión a la que llega el Papa Francisco señalaba el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, es muy clara: «“Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe” (EG 102). De ello se deduce que recibir un ministerio laical como el de Catequista da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización» (Antiquum ministerium, 7). En esta conclusión se juega gran parte de la novedad que aporta este ministerio: hombres y mujeres son llamados a expresar de la mejor manera posible su vocación bautismal, no como sustitutos de los sacerdotes o de las personas consagradas, sino como auténticos laicos y laicas que, en la particularidad de su ministerio, hacen posible experimentar en toda su extensión la llamada bautismal al testimonio y al servicio eficaz en la comunidad y en el mundo.
En Ayuda a la Iglesia que Sufre hemos conocido a través de los años a numerosos catequistas que con su trabajo dedicado han llevado a Dios personas que nunca habían escuchado hablar de la fe. Su trabajo y dedicación han cambiado y convertido a muchos, dándoles una nueva razón de vivir. mostrando la naturaleza del amor y del perdón.
Sólo en 2020 la fundación apoyó la formación de 18.830 catequistas y líderes laicos, la mayoría de ellos en Asia y África. Fueron más de 20 proyectos para la adquisición de material pastoral y catequético y más de 35 proyectos para cursos y programas de capacitación para catequistas en más de 18 países.