En Pakistán, los matrimonios arreglados son una práctica común. Los grupos de traficantes de personas a menudo utilizan esta costumbre para hacerse pasar por «casamenteros» para hombres chinos. Atraen a muchachas cristianas —y a sus familias, a menudo muy pobres— con la promesa de un futuro seguro y un marido que supuestamente les proporcionará todos los lujos.
Pero tan pronto como las muchachas se casan y se trasladan a China, están expuestas a abusos graves y repetidos y a la pérdida de su independencia.
Durante un tiempo Mehak Parvez vivió así, pero logró escapar. Ha contado su historia a la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre: