El bebé, de parto prematuro, necesitaba, por tanto, una incubadora. A dos días de camino del hospital más cercano y dadas las pobres condiciones económicas de la zona, esto era imposible. No encontrando otra mejor solución, la hermana que ayudó en el parto puso al niño en una caja de cartón debidamente cubierto. Y así, lo llevaba a dondequiera que iba. Gracias a Dios, semanas después, el niño pudo tener un desarrollo normal.
¿Cómo ve la población de Burundi a su comunidad hoy?
La presencia de la comunidad fue toda una revolución. Todavía hoy lo sigue siendo. Las hermanas trajeron muchísimos cambios. Con la presencia de las hermanas, la población comenzó a tener un apoyo que no tenían antes. La población nos llama “madres”. Ellos se sienten hijos que reciben consuelo, ayuda en sus necesidades y sienten que los entendemos. La reconciliación entre las personas ha ido creciendo poco a poco. Con la llegada de la comunidad, se ha fortalecido la educación de niños y jóvenes.
Las familias aprecian mucho la presencia de nuestra comunidad, también porque encuentran un espacio de encuentro especialmente los fines de semana. Desde el sábado, niños, jóvenes y adultos se congregan para la catequesis, charlas de formación o preparar la Eucaristía del domingo. Algunas personas se congregan antes de la celebración de la Santa Misa en la mañana del domingo, y muchas otras se quedan después de la Misa para compartir con las hermanas y otras familias. Dada la escasez de actividades deportivas o culturales en la región, la población encuentra muy valioso este espacio de encuentro.
Su comunidad hace muchas cosas por la población a nivel de la salud, económico y educativo. Pero su comunidad es de vida activa y contemplativa a la vez. ¿Cómo hacen para llevar esa vida contemplativa?
Nosotras estamos convencidas de que la vida contemplativa es una respuesta para la reconciliación en este país. Sin embargo, ante tantas necesidades a las que nos enfrentamos, definitivamente el gran desafío que tenemos es no descuidar nuestra vida de oración. Durante el día tenemos varios momentos fuertes dedicados a la oración, principalmente en la mañana y en la noche, aunque también hacemos una pausa al mediodía para rezar juntas. La vida contemplativa sigue siendo una respuesta para la Iglesia y para el mundo. La oración es para nosotras el alimento que nos permite seguir llevando la ayuda material y espiritual que las personas necesitan. También es para nosotras un momento de renovación física y espiritual.