Entre el COVID-19 y el terrorismo, pero sin abandonar su misión
La atención pastoral en algunas partes del norte de Burkina Faso se ha tenido que detener por completo debido a los crecientes ataques yihadistas que desde 2019 amenazan la región, con especial violencia contra los cristianos. Varios sacerdotes y laicos han sido asesinados, y decenas de parroquias han sufrido ataques, provocando el desplazamiento ya de cerca de 1 millón de personas. Pese a esto, la Iglesia no ha parado de atender a los más necesitados, independientemente de su religión. Los cristianos son muy activos en el campo de la sanidad y la educación, donde las religiosas desempeñan un papel fundamental. Ahora la irrupción del coronavirus supone un nuevo reto.
Un ejemplo es la Congregación de las Hermanas de Notre-Dame du Lac en Bam, perteneciente a la Diócesis de Ouahigouya, al norte de Burkina Faso, epicentro de los desplazamientos forzados por el terrorismo. El carisma de las hermanas es anunciar la Buena Noticia a los más pobres. Se ubican principalmente en áreas rurales donde la población está más privada de apoyo espiritual y social. A través de diversas actividades pastorales y sociales, contribuyen a defender la dignidad y los derechos de las mujeres y a liberar a los jóvenes de las limitaciones sociales culturales.
A pesar de la inseguridad y la pandemia, las Hermanas de Notre Dame du Lac hacen visitas a las familias para ayudarlas a sobrellevar el virus y para que conozcan las prácticas de higiene, los alientan a usar mascarillas y los invitan a respetar el confinamiento y evitar reuniones. Mientras respetan las precauciones de distanciamiento social, las hermanas continúan la misión de Cristo llevando la Sagrada Comunión a ciertas personas mayores. Sor Thérèse Kaboré, superiora general de la congregación asegura: “Algunas de nuestras comunidades permanecen confinadas