“Estamos muy preocupados”, añade, “porque la aceptación mutua es la base de cualquier sociedad y especialmente aquí, dada la gran diversidad étnica, cultural, religiosa y política de Israel y Oriente Próximo. Esta actitud socava la base de la cohesión y la solidaridad sociales, que son el fundamento de cualquier país. También nos preocupa que esta cultura no conduce a la reconciliación y la paz, que deberían ser el objetivo prioritario de todos los países de la región”.
La AOCTS ya había mostrado su consternación en octubre de 2012: “¿Qué está sucediendo hoy en la sociedad israelí para que los cristianos se conviertan en chivos expiatorios y sean el blanco de estos actos de violencia? ¿Qué clase de enseñanza de desprecio hacia los cristianos se enseña en las escuelas? ¿Por qué los autores nunca son arrestados ni llevados ante la justicia?”, se preguntaban las Iglesias católicas en Tierra Santa en ese momento. La AOCTS pidió entonces que “el sistema educativo cambiara radicalmente”.
Ocho años después, la situación sigue siendo difícil. “Las Iglesias han subrayado este problema a todos los niveles y en varias ocasiones, pero su voz, al no estar respaldada por un peso político y económico (solo somos el 2% de la población), no siempre es escuchada. Esto plantea también el problema de la protección legal y de los derechos de las minorías”, señala Mons. Marcuzzo.
Colonos y judíos religiosos radicales
El episodio de Jish forma parte de la política del “precio a pagar” (Tag Mehir en hebreo) exigido desde 2008 por colonos radicales y otros activistas de extrema derecha. Estos dicen vengarse así de los límites impuestos por el Gobierno y el Ejército a sus aspiraciones radicales respecto a la colonización. Y para hacerlo, atacan las propiedades de las poblaciones palestinas de Cisjordania y árabes de Israel (tanto cristianas como musulmanas) y sus lugares de culto.
Pero los ataques también pueden -como manifestó, preocupado, el Patriarcado Armenio de Jerusalén hace menos de un año- provenir de “extremistas religiosos judíos”. Pese a no ser mayoría en Israel, pueden ejercer cierta influencia en el mundo religioso judío del país.
En uno de sus escasos comunicados, fechado el 20 de junio de 2019, el Patriarcado Armenio rompió su silencio tras un altercado durante el cual sus seminaristas, que se dirigían desde el barrio armenio de la Ciudad Vieja de Jerusalén en su procesión semanal al Santo Sepulcro, fueron escupidos por tres jóvenes judíos que les gritaron “los cristianos deben morir” y “os eliminaremos de este país”.
El Patriarcado Armenio de Jerusalén reaccionó profundamente indignado: “Pensábamos que Israel era un país democrático”; “¿Quién se atrevería a escupir a los judíos en Europa y en Estados Unidos?”; “¿Está permitido en Israel escupir a los cristianos?”.
En una comunicación paralela, el Patriarcado pidió al Gobierno israelí, a los líderes religiosos judíos, a la Policía israelí y a todas las demás autoridades implicadas que “castigaran a los responsables y condenaran con vehemencia este comportamiento contra los cristianos y, en particular, contra la comunidad armenia”.