Su salario no es suficiente siquiera para cubrir el arriendo ni mucho menos sus otras necesidades básicas. Sin embargo, ella reza y cuenta que las cosas al final siempre se solucionan. “Algunas veces el propietario me deja pagarle después del plazo, otras veces alguien me ayuda a pagar. No siempre sé de dónde viene la ayuda, pero siempre viene”, dice Georgette santiguándose mientras intenta contener las lágrimas.
Después de la explosión del puerto, voluntarios de la pastoral universitaria, un programa que cuenta con el apoyo de ACN, fueron de puerta en puerta para ver qué necesitaba la gente. Una de las asistentes espirituales de la capellanía, la hermana Raymunda, ayudó a Georgette a conseguir un odontólogo que le arreglara los dientes gratis y cada dos meses le ayudan con un paquete de alimentos. Es un gran apoyo, dice ella. Cuando se le acaba la comida, se ve obligada a comer solo pan con un poco de aceite de oliva. Quedaron atrás los días en los que había carne en su plato.
A pesar de todo, no pierde la esperanza. “Soy fuerte -dice- incluso cuando me enfermo, no me detengo a descansar, me mantengo de pie. No quiero mostrar debilidad y siempre soy optimista. Sin esperanza, no hay vida. Algún día las cosas estarán mejor”.
Georgette es solo una de los muchos cristianos que se han empobrecido en Líbano. A través de los proyectos financiados por ACN, muchas personas actualmente reciben apoyo regular. La fundación ha estado apoyando en el Líbano durante décadas, pero ha aumentado significativamente la financiación de proyectos a partir de la crisis.