En mi carrera profesional me he centrado en los derechos humanos internacionales y los derechos de la mujer. He trabajado especialmente con chicas jóvenes traumatizadas por circunstancias políticas, religiosas o de otro tipo. Un colega me pidió ayuda para averiguar más sobre el destino de las mujeres cristianas coptas en Egipto, allí conocí a mujeres que habían sido secuestradas, casadas a la fuerza y obligadas a convertirse. Hasta entonces solo había relatos individuales sobre estos casos pero ninguna investigación científica. Mis pesquisas se incorporaron a dos informes que también fueron abordados en comisiones del Congreso de los Estados Unidos. Eso ha otorgado más visibilidad a la situación de las mujeres cristianas en Egipto.
¿Puede nombrarnos algunos casos concretos que haya estudiado?
Lo que me conmovió especialmente durante mi investigación fue el compromiso de los papás con sus hijas secuestradas. Un hombre me contó que un día recibió una llamada anónima que decía así: “¡Cuidado con tu hija, que los estamos vigilando!” Este hombre sabía que no se trataba de una amenaza vacía, por lo que incluso sacó a su hija del colegio y no la dejó salir más sola de casa. Dos o tres semanas después de la llamada, su hija le pidió a su madre que la dejara ir al mercado, que estaba a solo unos cientos de metros de su casa. Desde entonces, la hija está desaparecida. El padre de familia recibió varias llamadas de los secuestradores, las grabó y acudió con ellas a la policía, pero no pasó nada. No ha recibido ningún tipo de apoyo.
Pero usted no solo ha descubierto casos de secuestros de niñas. En ocasiones, también caen engañadas en las garras de sus maltratadores.
Hay varios casos de jóvenes cristianas provenientes de familias desestructuradas. Así, una chica cristiana tiene una amiga musulmana en su vecindario que le dice: “A mi hermano le gustas y le gustaría verte más a menudo”, a lo que chica accede a entablar una relación. En ocasiones, se trata de una trampa: el hombre invita a la chica a su casa donde abusa de ella, este abuso catapulta el caso a otro nivel: si la joven procede de un hogar conservador, se la considera deshonrada y ya no puede regresar a su casa. O abusan de la chica y la obligan a casarse y, consiguientemente, a cambiar de fe. Así, lo que para ella comenzó como una hermosa relación se convierte en una pesadilla. Este fenómeno del galán está bien estudiado y documentado.
El informe “Escucha su grito” de ACN constata que se habla demasiado poco sobre las mujeres secuestradas y casadas a la fuerza, lo cual resulta sorprendente dada la sensibilidad hacia las cuestiones de género. ¿De dónde viene esta reticencia?
Creo que una de las razones es que estos casos giran en torno a la religión. Además, en el feminismo occidental, la relación entre religión y emancipación no siempre es la más armoniosa y comprensiva. Finalmente, también existe la tendencia de evitar emitir juicios hacia otras religiones y culturas. Aquí, el rechazo surge muy rápido y resulta difícil contrarrestarlo con pruebas.
El informe se dirige especialmente a los políticos. ¿Qué pueden hacer estos?
Los políticos deben garantizar la creación de un espacio seguro para quienes han sufrido violencia religiosa, esto también se refiere a la normativa de asilo. Así, por ejemplo, hubo un tiempo en el que los casos de violencia contra las mujeres cristianas coptas en Egipto eran “presuntos casos”. Pero estos casos son demostrables. Cuanto más se concienticen los políticos y los medios de comunicación de que se trata de casos reales y hablen de intereses legítimos, más peso tendrá la información. Cada vez, es más evidente que se trata de una amenaza real y que hay razones suficientes para un clamor público.