Vivir la fe como minoría presenta mil y un dificultades. Tener una parroquia cercana, un sacerdote que administre los sacramentos e incluso una comunidad con la cual compartir, puede ser una tarea difícil de conseguir.
Kirguistán fue una república soviética hasta 1991. Tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, este país centroasiático, que limita en el sureste con China, se independizó. Actualmente, en una superficie de casi 200.000 kilómetros cuadrados viven alrededor de 6,3 millones de personas pertenecientes a diferentes grupos étnicos. El 75 por ciento de la población profesa el Islam. La mayoría de los musulmanes kirguisos son más bien tolerantes, pero entre los musulmanes más jóvenes se viene registrando recientemente un aumento en la tendencia a la radicalización.
El resto de la población es ortodoxa (20%) o pertenece a otra religión o a ninguna (5%). Por tanto, los católicos constituyen una pequeñísima minoría, cuyos miembros, en su mayor parte, tienen raíces polacas, ucranianas o alemanas. Hay tres parroquias regulares y veinte pequeñas comunidades en las que se reúnen los creyentes. Pero, a menudo, una sola familia católica vive en un pueblo, muy lejos de los demás creyentes.