"La Iglesia vive de la Eucaristía": así comienza la Encíclica de San Juan Pablo II sobre el más importante de los sacramentos. El Concilio Vaticano II la llama "fuente y cumbre de toda vida cristiana" (Lumen Gentium 11). Nada funciona sin la Eucaristía, y esto no es de extrañar, pues hablamos de Dios mismo.
En África, no es raro que los fieles lleven a la Eucaristía pescados, huevos e incluso pollos, para el sacerdote. Y los sacerdotes viven de ello. Por ejemplo, en la Diócesis de Inongo y en la Arquidiócesis de Kananga, en República Democrática del Congo. Por eso, sus respectivos obispos nos han pedido ayuda para los 85 sacerdotes de Inongo y los 168 de Kananga: para que “sus” sacerdotes, de los que están preocupados, puedan sobrevivir. Porque también son nuestros sacerdotes, porque rezan por nosotros, llevan nuestras intenciones a Dios y también dan continuidad para nosotros a la “obra de la redención en la tierra”, como dice el patrón de los sacerdotes, el Santo Cura de Ars, Jean-Marie Vianney.
También en Venezuela, India, Ucrania e incluso Chile,
la crisis del coronavirus con sus consecuencias ha convertido la ya de por sí difícil situación de muchos sacerdotes, en algo aún más precario. A menudo, les cuesta conseguir el pan de cada día. Espiritualmente sacan fuerzas del Sacramento del Orden… y de la esperanza de que también nosotros comprendamos su servicio a toda la Iglesia, su misión universal de salvación, y que acudamos en su ayuda con intenciones de Misa.