“Pero eso no me deprimió, al revés, decidí actuar en nombre de la gente que sufría conmigo, buscando justicia para ellos. En 2009, me matriculé anónimamente en una universidad de las afueras de Orissa; simplemente era una más de las estudiantes que vivían en un albergue de un convento. En 2015 empecé a cursar un máster de Derecho de tres años de duración mientras continuaba desempeñando mis deberes como religiosa.
“Muchas cosas han cambiado en la última década. Hoy llevo una vida normal y me he vuelto mucho más fuerte. Las personas que he conocido me han ayudado a olvidar mi dolor; las considero bendiciones de Dios. Han sido ángeles enviados para guiarme, para que no me hundiera en la miseria. En su lugar, logré superar el trauma y encontré una forma de dar esperanza a mi pueblo. Me he vuelto más humilde, más paciente y más humana.
“Rezo el Padre Nuestro todos los días, pero esta oración sólo tiene sentido si perdono. ¿Cómo voy a rezar el Padre Nuestro si no perdono? Al perdonar a mis agresores me he liberado de mi trauma, del miedo, de la vergüenza, la humillación y la rabia. Siento que estoy viviendo una vida normal y soy feliz porque los he perdonado. De lo contrario, me habría vuelto loca. No albergo ningún sentimiento negativo hacia mis agresores; solo deseo que se conviertan en buenas personas.
“Estoy agradecida por mi vida, mi fuerza y mi motivación, todo lo cual me ha sido otorgado por Dios. Él es mi fuerza, también en vista de que mi proceso se prolonga. Él me ha empoderado para servir al prójimo.
“El pueblo de Kandhamal ha sufrido mucho, pero ha depositado toda su confianza en el Señor. El sufrimiento en sí mismo es un don, una Gracia. Lo veo como un desafío para salir crecida de él. La actitud de la comunidad cristiana hacia lo que sucedió en Kandhamal en 2008 no es negativa. Están esperanzados y ahora tienen una fe más profunda. La tragedia los ha hecho más fuertes. A este respecto, me vienen a la mente las palabras de San Pablo: ‘¿Quién nos separará del amor de Cristo?’ La gente de Kandhamal es la prueba viviente de que nadie puede hacerlo”.