La religiosa india Christin Joseph, describe la situación en conversación con ACN: “Es un flujo continuo de decenas de miles de personas que se vuelven caminando a sus aldeas de origen, algunas a más de mil kilómetros de distancia, llevando a sus hijos y sus pertenencias en bolsas. Se ha detenido todo el transporte, excepto los servicios esenciales, ya que las autoridades luchan por contener el brote, que ha infectado a más de 1000 personas”.
Según la hermana, la situación se agrava por las altísimas temperaturas de 39 a 40 grados Celsius y porque van a pie, con poco dinero o comida, al mismo tiempo restaurantes y casas de huéspedes están cerrados.
En India, la falta de trabajo, particularmente en los estados pobres del norte como Jharkhand, Odisha, Bengal, Bihar y Uttar Pradesh, obliga a muchos a emigrar a las principales ciudades de los estados del sur, más ricas y con más posibilidades de trabajo. “Miles de ellos, son simples jornaleros que viven en apartamentos estrechos, trabajando muchas horas por unos pocos dólares al día, en condiciones a menudo inseguras y sin seguridad social. El poco dinero que queda después de cubrir sus gastos, lo ahorran para sus familias. Ahora que todo el trabajo se ha paralizado quieren regresar a sus aldeas de origen”, explica la religiosa de la congregación de las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz (SCSC).
Bajo la Cruz
La Hna. Christin gestiona las Small Christians Communities (SCC), pequeñas comunidades cristianas, que se forman donde los sacerdotes raramente pueden acudir y los creyentes se reúnen con un catequista para rezar o celebrar la Liturgia de la Palabra. Hay unas 85.000 SCCs que se distribuyen por toda India. Los católicos indios, a menudo, pertenecen a las clases más bajas de la sociedad y enfrentan una situación de discriminación cada vez más violenta, por ello la Hna. Christin, en situaciones normales, recorre miles de kilómetros para instruirles y animarles.
Pero, con el COVID-19 la situación ha cambiado. A la hermana Christin le tiembla de repente la voz, lucha con el dolor cuando relata a la fundación ACN: “Yo tengo más de 65 años y mi salud es precaria, así que no me dejan salir a hacer nada. Estar en casa, en bloqueo total y escuchar lo que le está sucediendo a nuestros pobres, me hace sentir como si estuviera bajo la cruz, indefensa, incapaz de alcanzarlos y ayudarlos. Esto es muy doloroso. No puedo hacer otra cosa que mirar la Cruz y entregar todo al Señor, que es el que mejor entiende el dolor humano”.