El desafío, prosigue Mons. Hinder, es “dar fuerza a los fieles de vivir esta situación de inseguridad en una cierta serenidad. También permanece la preocupación para los jóvenes, porque no hay escuelas católicas y no es fácil mantenerlos en contacto entre ellos. Muchos después de la graduación vuelven a sus países de origen. La realidad sigue siendo muy fluida, como en los otros países también en Omán estamos frente a una Iglesia de migrantes, que falta de estabilidad. Es más, la fe es nuestra única estabilidad, unida al entusiasmo de esta gente que me asombró y llenó de alegría”.
Para garantizar una mayor estabilidad sería importante construir otros lugares de culto, de los cuales se siente la necesidad pero por el momento no hay nuevos proyectos en tal sentido.
Artífice de aquella que las investigaciones definen a la sociedad más “felices” de la región al sultán Qaboos bin Said Al Said, pero el es anciano y está enfermo. Ya antes, en 1979, el sultán donó los terrenos para la construcción de la primera iglesia en Salalah. En 1981 se inauguró también en esa iglesia un centro ecuménico dedicado a los Tres Reyes Magos, para recordar la tradición según la cual uno de los tres dignatarios orientales que fueron a Belén para adorar al Niño Jesús provenía de la región que corresponde ahora a Omán, conocida desde la antigüedad por la producción de incienso y mirra.
Omán, recuerda Mons. Hinder, “conserva una posición de apertura hacia todos y esto le permite negociar dentro de los conflictos”. Por otro lado el rol del sultán fue fundamental también en la liberación del padre Tom Uzhunnalil, el sacerdote salesiano indio raptado en Yemen en marzo del 2016 y liberado en septiembre de 2017.