Hoy hace siete años tuvimos la alegría de conocer a Francisco I. Esa tarde, en la hora de almuerzo nuestra y las 20 horas en Roma, Jorge Mario Bergoglio salió al balcón y nos conquistó con su sencillez y solicitud para que rezásemos por el Papa Benedicto y por él mismo.
El Cónclave había iniciado el día anterior y ya eran dos las fumatas negras que tenían en vilo a los peregrinos que se reunían a rezar en la Plaza San Pedro y esperaban noticias. A las siete de la tarde de ese 13 de marzo del 2013 se vio claramente el humo blanco y se desató la emoción en Roma y en todo el mundo.
Su pontificado ha estado marcado por la ternura y el tender puentes con los más necesitados, los alejados de la fe y con todos los hombres de buena voluntad sean cual sean sus creencias religiosas.
Sus viajes apostólicos han sido una fuente de inspiración para todos y nos ha mostrado que el camino para evangelizar es siempre uno a uno, donde priman el cariño y el deseo de mostrar el tesoro que es la fe.