Bako.
“Cada semana vienen entre 500 y 600 madres con sus hijos, y muchos están desnutridos. Cada año alimentamos a unas 23.000 personas”, explicó la Madre Marie-Catherine en una de sus numerosas visitas a la sede de ACN.
Níger es un país dominado por el Islam, donde el modo de vida es extremadamente tradicional y el número de cristianos, insignificante (0,5%). No obstante, los nativos, los ancianos de las aldeas, los imanes y la población rural confían en las religiosas, a las que a menudo agradecen el trabajo que realizan con frases como
“vemos a Dios en lo que hacéis” o “vosotras nos demostráis amor”.
El mayor problema en Maradi -además de la desnutrición- es la costumbre generalizada de casar a las niñas cuando apenas tienen diez años. Las religiosas, que reciben apoyo de Ayuda a la Iglesia que Sufre desde 2010, hablan con los padres sobre las consecuencias de ello. Además, y cada vez con mayor frecuencia, la Fraternidad de las Siervas de Cristo logra convencer a los padres de que envíen a sus hijas a la escuela. Dado que las clases se imparten en su mayoría en simples chozas de paja, los ancianos de las aldeas también han pedido ya a las religiosas que edifiquen escuelas.
El año pasado, la Madre Marie Catherine escribió a ACN para explicar el dramático impacto de la crisis sanitaria en su misión, y concluyó su carta con esta oración:
“Quiera el poder del Señor Resucitado erradicar esta pandemia que perturba a toda la humanidad, y quiera el Espíritu Santo dirigir los corazones hacia una mayor humanidad, justicia y paz”.
Desde su llegada a Maradi en 2006, la religiosa no se tomó ningún descanso y no dejó de revelar el amor del Señor a través de sus obras. Ahora, el Señor le ha pedido que pare su labor en la tierra, pero ella seguirá guiando a la comunidad desde el cielo.
Descanse su alma en paz.