En cuanto a la nacionalización de las escuelas, los obispos subrayan que el único fin de la Iglesia en la gestión de sus instituciones educativas, es “la contribución honesta, correcta y apasionada a la promoción integral del hombre, hoy como ayer". Pueden dar testimonio de ello – añaden – sin ser desmentidos, cuantos, hombres y mujeres de cualquier religión y curso de vida, han pasado por nuestras aulas, han saboreado las enseñanzas de vida, y hoy están dispersos por todo el mundo".
Además, los prelados recuerdan el papel histórico desempeñado por las instituciones religiosas, no sólo católicas, sino también ortodoxas, islámicas y judías, que han contribuido a la "formación, constitución y definición de la identidad y la cultura".
Entonces – se preguntan los obispos – ¿cómo enmarcar esta expropiación a la Iglesia de sus instituciones educativas, instrumentos a través de los cuales ha influido profundamente en el crecimiento, el progreso y la civilización de todo un pueblo? Si esto no es odio contra la fe y la religión, ¿qué más puede ser? Al retirar a los niños y jóvenes de las estructuras capaces de formarlos en los valores supremos del temor de Dios y de la ley moral, ¿qué nuevas generaciones se quieren preparar para el futuro de este país?