“Amo Pakistán. Mi familia está aquí y tengo un trabajo bueno y respetable.
Sin embargo, para los cristianos este no es un lugar seguro. Los casos de discriminación y conversión forzada no han hecho más que aumentar. Temo ser castigada por mi fe, también tengo miedo por mis hijos, por lo que siempre les digo que no vayan solos a ninguna parte.
“No podemos practicar el culto libremente. Cuando nos encaminamos a nuestra iglesia local, San Judas Tadeo, la gente por la calle se burla de nosotros e incluso nos persigue. La devoción privada también es prácticamente imposible: para ahorrar dinero vivimos en el hospital, donde nuestras oraciones son consideradas un estorbo. En una ocasión, incluso hubo un intento de violación en el hospital, cuando unos jóvenes musulmanes asaltaron a una mujer cristiana. Debemos ser cautelosos.
“A pesar de todo ello, sé que Dios está conmigo, su presencia me consuela. Tengo la Biblia descargada en mi teléfono móvil, la leo cuando tengo miedo, especialmente los Salmos 23 y 121, rezo constantemente.
“Rezo por la paz en Pakistán, porque Occidente nos proteja de la continua violación de nuestros derechos humanos, porque aquellos que tienen el poder usen sus recursos sabiamente y porque mis hijos tengan una vida larga y plena”.
El año pasado ACN apoyó más de 60 proyectos en Pakistán, entre ellos, la construcción de iglesias y la formación de religiosas y religiosos.