Además del aumento de la intolerancia y el fundamentalismo islámico, los cristianos de este país asiático, desde siempre, han tenido que lidiar con una intolerancia endémica. Asimismo, se han visto afectados de forma desproporcionada por la pandemia del Covid-19.
Los cristianos pakistaníes son
“los más pobres de entre los pobres”, muchos no vislumbran ninguna esperanza para su futuro en un país en el que la discriminación sigue siendo habitual y el fundamentalismo islámico ha ido a peor.
Mons. Samson Shukardin, obispo de la diócesis de Hyderabad, ha hablado de la situación en su país durante una visita a la sede internacional de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) y ha destacado la desesperante situación de muchos cristianos, especialmente, de los jóvenes.
“Los cristianos son los más pobres de entre los pobres. Son débiles económicamente y muchos analfabetos. Los jóvenes no tienen perspectivas ni trabajo, algunos acaban en la droga por falta de esperanza”, explica.
Son muchos los factores que contribuyen a esta situación, pero, en opinión del obispo, uno es fundamental:
“Muy pocos jóvenes cristianos han alcanzado una buena posición social, la mayoría son vulnerables y luchan por sobrevivir. El principal reto para los cristianos es la educación: tienen que educarse igual que el resto de la sociedad; de lo contrario, no tendrán recursos para salir de la pobreza”.
Además de esta situación estructural, existen otras amenazas para la vida y el bienestar de los cristianos, que en total representan algo más del 1% de la población de la República de Pakistán, de mayoría musulmana. El aumento de los musulmanes extremistas que atacan con regularidad a los cristianos es uno de los principales problemas. Incluso en lugares como Hyderabad, donde la presencia de los fundamentalistas es reducida, estos dejan un rastro de miedo que oprime a las minorías.
“Se están operando cambios siniestros y reina el miedo, aunque no aceche un peligro inmediato grave. Es un grupo pequeño, pero su influencia es importante”, señala Mons. Samson.