En la crisis se revela el verdadero rostro de la humanidad…
Queridos amigos,
Desde el brote de la pandemia del coronavirus, venimos experimentando una crisis existencial en todo el mundo. Todavía no hay vacuna, y seguiremos sufriendo las consecuencias económicas y sociales de esta crisis durante mucho tiempo.
Pero la humanidad tiene una asombrosa capacidad para hacer frente a las situaciones más difíciles cuando se apoya en la creencia de que hay un propósito en todo ello. Porque si, en última instancia, nada tuviera sentido, ¿a quién le iba a importar que personas débiles, enfermas y ancianas estuvieran muriéndose por un virus en algún lugar de un pequeño planeta? Pero ¿qué sentido podemos darle al virus y a la muerte masiva que provoca?
Un sentido lo encontramos en la gran solidaridad y unidad con la que las personas cumplen con las medidas de protección, cuidan a los débiles, apoyan a los trabajadores de la salud y mantienen un contacto intenso con la familia y los amigos. Cuanto más dure la situación de emergencia y más sintamos sus efectos, tanto más profundamente tendremos que llegar al fondo de este sentido. En la crisis se revela el verdadero rostro de la humanidad. Es la caridad.
También nuestra fundación “Ayuda a la Iglesia que Sufre” surgió en una situación de emergencia mundial. Después de la Segunda Guerra Mundial, que cobró la vida de más de 50 millones de personas y que arruinó económicamente a muchos países, el Padre Werenfried tuvo el valor de llamar a la gente al amor heroico al prójimo y al enemigo. Se atrevió a exigir a la gente grandes sacrificios, convencido de que “el hombre es mejor de lo que pensamos”.
Habló entonces de la “necesidad de Cristo”, que tomó sobre sí nuestras enfermedades y sufrimientos y que ahora continúa sufriendo su pasión redentora en los necesitados, los desplazados y los perseguidos. En su famoso artículo “No hay lugar en la posada”, considerado como el principio de nuestra fundación, advirtió del endurecimiento del corazón. “¿Se pueden hacer una idea de lo que ocurrió durante la guerra […] de la súbita transformación del amable oficinista y el pequeño burgués en animales salvajes? […] ¿Pero somos conscientes de que Cristo llora en todos aquellos que él llamó los más pequeños entre los suyos y tras cuya miseria se esconde el Hombre-Dios?”
Queridos amigos, con la misma fe que marcó el comienzo de nuestra labor, nos atrevemos, a pesar de todas las dificultades, a seguir pidiéndoles ayuda para todos aquellos que ya sufrían antes del coronavirus, pues la pandemia ha empeorado dramáticamente su situación. ¡Hagámosles un poco de espacio en nuestros corazones!
Les bendice agradecido, su
Padre Martin Maria Barta - Asistente Eclesiástico Internacional de Ayuda a la Iglesia que Sufre