celebraciones, pero también la crisis económica generada por la pandemia”.
El Papa explicó que los confinamientos han tenido un lado positivo, y es que “nos empuja a una mayor esencialidad”. Pero “tampoco puede dejarnos indiferentes, pensando también en las calles desiertas de Jerusalén, sin peregrinos que van a regenerarse en la fe, pero también a expresar una solidaridad concreta con las Iglesias y las poblaciones locales”.
Sobre el conflicto entre Israel y Palestina, el Santo Padre expresó que
“siempre soñamos que se abra en el cielo el arco de la paz, que Dios dio a Noé como signo de la alianza entre el cielo y la tierra y de la paz entre los hombres”. En ese sentido, lamentó que “demasiado a menudo, incluso recientemente, esos cielos están surcados por artefactos que llevan la destrucción, la muerte y el miedo”.
Agradeció también el Pontífice la preocupación del ROACO por la situación en Eritrea y en Líbano. País, el primero, donde la Iglesia padece grandes dificultades por las incautaciones del gobierno, y el segundo, donde se ha desatado una grave crisis tras la explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto y que afectó a varios barrios cristianos de la capital del Líbano.
Los "diez años de conflicto" en Siria
El Papa se refirió también al “escándalo de diez años de conflicto” en Siria, con “los millones de desplazados internos y externos, las víctimas, la necesidad de reconstrucción que sigue siendo rehén de la lógica partidista y de la falta de decisiones valientes por el bien de esa nación martirizada”.
El Obispo de Roma reconoció que sigue con inquietud “la situación surgida con el conflicto en la región etíope de Tigray, sabiendo que su alcance abarca también a la vecina Eritrea. Más allá de las diferencias religiosas y confesionales, nos damos cuenta de lo esencial que es el mensaje de Fratelli tutti cuando las diferencias entre grupos étnicos y las consiguientes luchas por el poder se erigen en sistema”.
Por último, lamentó las heridas sufridas por Armenia recientemente, país que visitó en 2016, y agradeció los esfuerzos “para que la comunidad católica siga siendo signo y fermento de vida evangélica”.