Siguiendo la tradición, el Santo Padre ha dirigido unas palabras al mundo con motivo de la fiesta de Navidad y ha impartido la bendición Urbi et orbi en el mediodía del 25 de diciembre. Durante su mensaje, Francisco se ha acordado especialmente del pueblo venezolano y ha pedido que el Niño Jesús “sea esperanza para todo el continente americano, donde diversas naciones están pasando un período de agitaciones sociales y políticas.” Así mismo, ha rogado para que el Señor “reanime al querido pueblo venezolano, probado largamente por tensiones políticas y sociales, y no le haga faltar el auxilio que necesita. Que bendiga los esfuerzos de cuantos se están prodigando para favorecer la justicia y la reconciliación, y se desvelan para superar las diversas crisis y las numerosas formas de pobreza que ofenden la dignidad de cada persona.”
El Santo Padre ha comenzado su discurso deseando una feliz Navidad a todos: “En el seno de la madre Iglesia, esta noche ha nacido nuevamente el Hijo de Dios hecho hombre. Su nombre es Jesús, que significa Dios salva. El Padre, Amor eterno e infinito, lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo (cf. Jn 3,17). El Padre lo dio, con inmensa misericordia. Lo entregó para todos. Lo dio para siempre. Y Él nació, como pequeña llama encendida en la oscuridad y en el frío de la noche.”
Haciendo un recorrido por los actuales conflictos que existen por todo el planeta, el Papa ha recordado especialmente el sufrimiento de Oriente Medio, Siria, Líbano, Tierra Santa e Irak: “Que Cristo sea luz para tantos niños que sufren la guerra y los conflictos en Oriente Medio y en diversos países del mundo. Que sea consuelo para el amado pueblo sirio, que todavía no ve el final de las hostilidades que han desgarrado el país en este decenio. Que remueva las conciencias de los hombres de buena voluntad. Que inspire a los gobernantes y a la comunidad internacional para encontrar soluciones que garanticen la seguridad y la convivencia pacífica de los pueblos de la región y ponga fin a sus indecibles sufrimientos. Que sea apoyo para el pueblo libanés, de este modo pueda salir de la crisis actual y descubra nuevamente su vocación de ser un mensaje de libertad y de armoniosa coexistencia para todos.”
En su mensaje, Francisco quiso acordarse también de Ucrania, de los pueblos africanos y de los que sufren persecución por sus creencias religiosas: “Que el Señor recién nacido sea luz para los pueblos de África, donde perduran situaciones sociales y políticas que a menudo obligan a las personas a emigrar, privándolas de una casa y de una familia. Que haya paz para la población que vive en las regiones orientales de la República Democrática del Congo, martirizada por conflictos persistentes. Que sea consuelo para cuantos son perseguidos a causa de su fe, especialmente los misioneros y los fieles secuestrados, y para cuantos caen víctimas de ataques por parte de grupos extremistas, sobre todo en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria”.
Para terminar, el Papa exhortó a todos para que “a través de nuestros brazos débiles” el Señor acompañe y colme de bienes a los más necesitados y así “vista a los pobres que no tienen con qué cubrirse, dé el pan a los hambrientos, cure a los enfermos. Que, por nuestra frágil compañía, esté cerca de las personas ancianas y solas, de los migrantes y de los marginados”.