Esta mañana durante su Misa diaria el Papa llamó la atención de los fieles y nos pidió vivir la pobreza en todas sus formas.El Papa, en la fiesta de San Lucas, enfatizó la pobreza de sus discípulos y nos explicó que existen tres tipos de pobreza: la primera es dejar las riquezas, con el corazón separarse del dinero, la segunda es aceptar las persecuciones, grandes o pequeñas, incluso las calumnias, a causa del Evangelio, y la tercera es la pobreza de la soledad, de sentirse solo, al final de la vida.
El Santo Padre aún conmovido por el testimonio de uno de los padres sinodales, compartió con los fieles en la Santa Misa su martirio y rezó por las intenciones del cardenal albanés Ernesto Simoni. Su historia de sobrevivencia conmovió al Papa cuando lo conoció en su viaje a Albania en el 2014. Hoy el cardenal Simoni, presente en la Eucaristía, cumplía 90 años y casi 30 de ellos los pasó bajo condena de trabajos forzados por el régimen soviético.
La homilía del Papa Francisco estuvo marcada en las “tres etapas” de la pobreza en la vida de los discípulos, las tres formas de vivirla. En Ayuda a la Iglesia que Sufre, somos testigos de estas pobrezas, especialmente de la pobreza de la persecución a causa del Evangelio.
La segunda forma de pobreza – señaló el Papa Francisco- es la de las persecuciones. En el pasaje del Evangelio de hoy, el Señor envía a los discípulos “como corderos en medio de lobos”. E incluso hoy hay muchos cristianos perseguidos por el Evangelio y calumniados:
Ayer, en Aula del Sínodo, un obispo de uno de estos países donde hay persecución habló de un joven católico capturado por un grupo de chicos que odiaban a la Iglesia, fundamentalistas; fue golpeado y luego arrojado a una cisterna, donde le tiraban encima barro y al final, cuando el barro llegó a su cuello: “Diga por última vez: ¿renuncias a Jesucristo?” – “¡No!”. Le han tirado una piedra y le han matado. Lo hemos escuchado todos. Y esto no es de los primeros siglos: ¡esto es hace dos meses! Es un ejemplo. Pero cuántos cristianos hoy sufren persecución física: “¡Oh, este ha blasfemado! ¡A la horca!
Pero también el Papa Francisco nos recuerda que hay otras formas de persecución: La persecución de la calumnia, de los rumores y el cristiano está callado, tolera esta “pobreza”. A veces es necesario defenderse para no dar escándalo… Las pequeñas persecuciones en el barrio, en la parroquia… pequeña, pero son la prueba: la prueba de una pobreza. Es el segundo modo de pobreza que el Señor nos pide. El primero, dejar las riquezas, no estar con el corazón unido a las riquezas; el segundo, recibir humildemente las persecuciones, tolerar las persecuciones. Esto es una pobreza.
Luego hay una tercera forma de pobreza: la de la soledad, del abandono. Nos da un ejemplo de ella la Primera Lectura de hoy, tomada de la Segunda Carta a Timoteo, en la que el “gran Pablo”, “que no temía nada”, dice que en su primera defensa ante el tribunal, nadie lo ha ayudado: “todos me han abandonado”.
Pero agrega que el Señor estaba cerca de él y le dio fuerza. El Papa Francisco, ante este punto, se centra en el abandono del discípulo: ¿cómo puede sucederle a un chico o a una chica de 17 o 20 años, que con entusiasmo abandone las riquezas para seguir a Jesús, y luego “con fuerza y lealtad” tolere “calumnias, persecuciones diarias, celos”, “las pequeñas o las grandes persecuciones”, y al final el Señor les puede pedir “la soledad del final”:
Pienso en el hombre más grande de la humanidad, y esta calificación proviene de la boca de Jesús: Juan Bautista; el hombre más grande nacido de mujer. Gran predicador: la gente iba a él para ser bautizado. ¿Cómo terminó? Sólo; en la cárcel. Piensen, ustedes, qué es una celda y como eran las celdas de aquel tiempo, porque si las de ahora son así, piensen en aquellas… Sólo, olvidado, degollado por la debilidad de un rey, el odio de una adúltera y el capricho de una chica: así terminó el hombre más grande de la historia. Y sin ir tan lejos, tantas veces en hogares de ancianos donde hay sacerdotes o monjas que han pasado sus vidas predicando, se sienten solos, solos con el Señor: nadie les recuerda.
La invitación final del Papa es, por lo tanto, orar por todos los discípulos, “sacerdotes, monjas, obispos, papás, laicos”, para que “sepan recorrer el camino de la pobreza como el Señor quiere”.