Cuando se cumplen seis años del viaje del Papa Francisco al encuentro de los migrantes en la Isla de Lampedusa en el Mediterráneo, SS quiso dejarse acompañar por ellos y sólo ellos en una emotiva liturgia que terminó con el saludo a cada uno de los presentes. 10 julio, Recibió a cientos de personas en el Vaticano y dijo que “nadie está exento” de ayudar a los refugiados. El papa Francisco recordó este lunes que “los migrantes son antes que nada seres humanos” en la homilía de la misa que celebró en el Vaticano, con ocasión del sexto aniversario de su primer viaje apostólico: su visita a la isla italiana de Lampedusa, lugar de refugio de miles de migrantes que buscan llegar a Europa por una oportunidad para ellos y sus familias.
Ante las cerca 250 personas que se sentaron en los bancos de la basílica de San Pedro, entre inmigrantes, socorristas y personal implicado en la acogida, el Papa dijo que en este sexto aniversario piensa en “los últimos que todos los días claman al Señor, pidiendo ser liberados de los males que los afligen”.
Y con marcada tristeza en el rostro, explicó, “Son los últimos porque son engañados y abandonados a morir en el desierto, son los últimos porque son torturados, abusados y violados en los campos de detención; son los últimos quienes desafían las olas de un mar despiadado, son los últimos quienes son dejados en campos de una acogida demasiado larga como para ser llamada temporal. Ellos son solo algunos de los últimos que Jesús nos pide amar y sostener”.
EL Santo Padre insistió, y en su expresión se ve cuánto le duele el tema: “¡Son personas, no se trata sólo de cuestiones sociales o migratorias! No se trata sólo de inmigrantes”, en el doble sentido de que los inmigrantes son antes que nada seres humanos, y que hoy “son el símbolo de todos los descartados de la sociedad globalizada”.
En una celebración sencilla, acompañada de un simple coro, ante las familias de inmigrantes y refugiados rescatados en el Mediterráneo, en su mayoría de origen africano, Francisco instó a “ayudar a los más débiles y vulnerables” y a tomar bajo el brazo “a los pequeños, los enfermos, los excluidos, los últimos, que de otra manera se quedarían atrás y verían sólo las miserias de la tierra, sin descubrir ya desde este momento algún resplandor del cielo”.
“Esta es una gran responsabilidad, de la que nadie puede estar exento si queremos llevar a cabo la misión de salvación y liberación a la que el mismo Señor nos ha llamado a colaborar”, agregó Francisco.
Durante las peticiones de la misa se recordó a los socorristas que salvan vidas en el Mediterráneo: “Bendice a los socorristas en el Mar Mediterráneo y haz que el coraje de la verdad y el respeto por cada vida humana crezca en cada uno de nosotros”.
También se pidió por los refugiados rescatados en estos últimos años para que “puedan ser acogidos por todos nosotros con amor y como un don recibido”.
Para Dios “nadie es extranjero o excluido”, destacó el Papa en una de las oraciones con las que se inició la misa y en la que se rogó para que “los desplazados, los exiliados, las víctimas de la segregación, los niños abandonados o indefensos tengan el calor de una casa y una patria” y para que “tengamos un corazón sensible y generoso con los pobres y los oprimidos”.
Al terminar la Misa Francisco saludó con cariño a todos los participantes en la ceremonia uno por uno. Unas 250 personas en total.