
“Estaba en la iglesia cuando sucedió este terrible ataque. Pero antes de continuar, quiero dar gracias a Dios de que no fue más grave, pues algunos de nosotros nos salvamos. Aunque otros quedaron muy mal heridos.
Que las almas de aquellos que murieron descansen en paz, que Dios conforte a sus familias y a todos nosotros como Iglesia. La intención de los asaltantes era entrar a la iglesia y asegurarse de que no se salvara ninguno. Ellos querían llegar rápidamente y llevar a cabo su malvado acto, pero le doy gracias a Dios por intervenir en nuestro favor.
Ya habíamos recibido la bendición final y estábamos esperando la procesión final del sacerdote y los acólitos, cuando escuchamos el primer disparo. Yo salí fuera de la iglesia, pensando que era una pelea entre bandidos o entre ladrones y soldados, pero al verlos correr hacia la iglesia, me di cuenta de que se trataba de otra cosa.
Rápidamente corrí de regreso a la iglesia y le dije a los demás feligreses que fueran adentro y se tumbaran en el suelo. Al inicio, quise escapar por otra puerta, pero vi que muchas personas ya habían sido asesinadas. Tenía miedo, estaba confundido y cansado de correr. Decidí también tumbarme en el suelo, cuando estaba a punto de levantarme tiraron el primer cartucho de dinamita. Todo temblaba. El segundo cartucho de dinamita lo tiraron cerca de donde yo estaba. Muchas personas murieron a mi lado, pero Dios me dio una segunda oportunidad.
Este suceso realmente me ha afectado mucho. Estoy enfadado en mi espíritu, pero después pienso, ¿quién soy yo para cuestionar a Dios? Este ataque me hace fuerte en mi fe, me lleva a estar cerca de Dios. Estoy vivo y ninguno de los miembros de mi familia fue asesinado. Le agradezco a Dios por eso”.
Emmanuel Igwe, 35