Desde un salón que se salvó de las llamas, en la parroquia La Asunción de Santiago, Mons. Alberto Ortega, Nuncio Apostólico en Chile, presidió la Misa del Domingo de Oración por los Cristianos Perseguidos. Lo acompañaba la comunidad y su párroco el sacerdote Pedro Narbona y parte del directorio de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN-Chile).
En la homilía, Mons. Ortega recordó sus años en Irak, donde vivió en primera persona la amenaza y la persecución del Estado Islámico hacia los cristianos en ese país.
Este Domingo de Oración por la Iglesia Perseguida fue especial para todos los presentes. El hecho de que la celebración eucarística fuese desde la Parroquia de la Asunción, incendiada en octubre de 2020, nos acercó al dolor que sufren miles de cristianos en todo el mundo.
La presencia de fieles de la iglesia de la Veracruz, también vandalizada, acentuaba ese sentimiento. Sin embargo, la Eucaristía no se dejó llevar por el dolor sino por los agradecimientos. Porque -como señaló la comunidad presente- en todo momento sintieron que Cristo estaba con ellos. "Vimos la presencia de Cristo en todos los hermanos que vinieron a acompañarnos. Hay muchas personas a las que tenemos que agradecer sus muestras de cariño y solidaridad".
Monseñor Alberto Ortega, Nuncio Apostólico en Chile y durante cuatro años en Irak (2015- 2019), también habló de su experiencia junto a los cristianos perseguidos y cómo la fe los sostiene hasta lo indecible. Nos recordó que llegó a Irak en tiempos en que el mal llamado Estado Islámico controlaba la Llanura del Nínive y gran parte del país. Allí los cristianos lo perdieron todo, menos la fe. Todavía le admira recordar cómo las familias huyeron sin nada, dejando casa, trabajo y recuerdos porque no quisieron renegar de su fe. Efectivamente, los terroristas exigían a los cristianos tres opciones: convertirse al islam, pagar un alto impuesto o dejarlo todo. La última fue la opción de todos y afortunadamente tras la liberación del país han podido regresar y volver a hacer sus vidas. Aunque todo es más difícil ellos saben que cuentan con el mejor aliado: Dios.
También hay cristianos en Nigeria, México, Mozambique, y tantos otros lugares del mundo, "que se unen a Jesucristo para dar la vida por la salvación". Mons. Ortega insistió: "por eso nosotros queremos aprender de los cristianos perseguidos y hacer presente el Reino de Dios. Que el ejemplo de los cristianos perseguidos nos haga firmes en la fe y demuestre al mundo que el mal no tiene la última palabra en nuestra vida ni en la historia".
Por eso esta eucaristía era una acción de gracias y una oportunidad para que la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre se reuniera con los parroquianos a quienes está ayudando a reconstruir su templo. Ensalzó la ceremonia la presencia del coro San Pedro, que con su música y testimonio contribuyeron a hacer de esta ceremonia una mañana muy especial.