Una delegación católica etíope de alto nivel fue detenida durante 16 horas en el aeropuerto de Asmara (en Eritrea) y luego puesta en libertad, pero forzada a regresar a Addis Abeba. Según la información de Fides, el incidente ocurrió el sábado 22 de febrero, pero solo esta semana se dio a conocer la noticia
La delegación estaba formada por Su Eminencia el Cardenal Bérhaneyesus Demerew, por Mons. Musie Ghebregiorghis, Eparca de Emdeber, y por Abba Teshome Fikre, secretario de la Conferencia Episcopal de Etiopía.
Los tres exponentes de la Iglesia etíope viajaban a Eritrea para participar en el jubileo de la Iglesia del Arzobispado de Asmara, que celebraba su 50 aniversario y la fiesta anual de su patrona, Kidane Méhret (Nuestra Señora del Socorro). Los tres tenían sus pasaportes y una visa de entrada regular.
"A su llegada al aeropuerto de Asmara – se lee una nota del Secretario Católico de Etiopía, enviada a Fides - fueron detenidos ilegalmente durante 16 horas sin razón y luego fueron obligados a regresar a Etiopía. Su única culpa es haber deseado celebrar, junto con los hermanos eritreos, una fiesta religiosa".
El arresto y la negativa a entrar en el país, continúa la nota, son "la demostración evidente de la labilidad del llamado proceso de paz". "No hay paz que viole los derechos y libertades de las personas y las religiones. Condenamos el gesto cometido contra la delegación etíope. También expresamos nuestra solidaridad con la Iglesia Católica que se encuentra en Eritrea, que vive en un contexto muy complejo".
A pesar de las aperturas vinculadas al proceso de paz entre Etiopía y Eritrea, todavía existe una profunda desconfianza entre los dos países. Treinta años de guerra de independencia, seguida de una guerra fratricida que ha causado decenas de miles de muertes y veinte años de tensión, aún no se han eliminado por completo. El régimen de Asmara, uno de los más duros del continente africano y abiertamente antirreligioso, sigue demostrando desconfianza y sospecha hacia las personalidades religiosas y políticas de Etiopía. La esperanza es que la contribución de las comunidades religiosas, y en particular de la Iglesia Católica, se considere como un apoyo al proceso de paz, una forma de reducir las tensiones, una contribución al bien común.
Objetivo: amedrentar a los cristianos
La Iglesia católica en Eritrea es pequeña: unos 170.000 fieles (aproximadamente un 5% de la población), todos ellos de rito eritreo. Es el único país del mundo donde todos los fieles católicos son de rito oriental, sin obispos de rito latino.
Sin embargo, los cristianos son muchos más. Para amedrentar al 60% de la población del país, que es cristiana ortodoxa, el Patriarca Abuna Antonios, líder espiritual de 3 millones de eritreos lleva desde 2004, nada menos que 16 años bajo arresto domiciliario, vigilado y controlado por el régimen eritreo.
Y las hostilidades aumentan en vez de mejorar. En los últimos años el régimen eritreo ha presionado también para bloquear o cerrar diversos hospitales católicos, ligados a órdenes religiosas y escuelas.
Eritrea tiene 5,9 millones de habitantes y aunque la tasa de fecundidad es de 5 hijos por mujer, es posible que el país no llegue nunca a los 6 millones porque su población joven no deja de huir. En Etiopía hay unos 175.000 eritreos, en Sudán más de 110.000. Y muchos intentan llegar a Europa.
Eritrea fue colonia italiana hasta la Segunda Guerra Mundial, después inglesa, y en 1952 se federó con Etiopía y en los años 80 empezaron tres décadas de guerra contra Etiopía. El mundo la consideró independiente en 1993, sin embargo, entre 1997 y 2000 volvió a estar en guerra con Etiopía.
Tanta convulsión tiene al país al borde del desastre, aunque a primera vista los vestigios de un pasado más esplendoroso aún se mantienen. Calles amplias y casonas de gran elegancia que vivieron mejores tiempos aún se observan y dan prestancia a la capital. Pero es solo eso, una cáscara de bienestar que impulsa al que puede a huir en búsqueda de mejor futuro.