no proyectaron ninguna iglesia para la colonia de Nowa Huta. Pese a ello, domingo tras domingo, miles de creyentes celebraban a la intemperie y en torno a una cruz la santa misa. Pese a todas las vejaciones de los comunistas, finalmente fue posible erigir, con el apoyo de Ayuda a la Iglesia que Sufre, un templo con cabida para 5.000 creyentes. En 1977, el arzobispo Wojtyla pudo consagrar la iglesia. Este triunfo común contra el Gobierno de los comunistas también supuso un signo muy alentador para las Iglesias de los países vecinos, gobernados también por los soviéticos.
Cuando Karol Wojtyla fue elegido Sumo Pontífice, Ayuda a la Iglesia que Sufre presintió que se abría una época llena de nuevos retos para la fundación. Este Papa venido del Este, de la Polonia mártir, era un signo de Dios para ACN que había sido audaz defensora de la Iglesia perseguida detrás del telón de acero.
La fundación se puso de inmediato al servicio incondicional del pontificado de san Juan Pablo II. Así lo documentan muchos proyectos pastorales.
Uno de esos deseos fue la reconciliación: así, el papa Juan Pablo II encargó a ACN que, tras el derrumbe del comunismo, buscara la reconciliación con la Iglesia ruso-ortodoxa. Por ello, y pese a su avanzada edad, el padre Werenfried viajó dos veces a Rusia para reunirse con el patriarca Alexij II y numerosos obispos ortodoxos, a los que prometía su oración y ayuda. Tanto la Iglesia ortodoxa como la católica, tuvieron que empezar de cero en Rusia tras 70 años de persecución.
Juan Pablo II vivió con Dios, obró con Dios, abarcó la tierra con Cristo. Durante 27 años fue el representante de Cristo en la tierra. Escribió 14 encíclicas y unas cien exhortaciones apostólicas, así como innumerables cartas y discursos; en más de cien viajes visitó más de 130 países; 400 millones de personas lo han visto. Reunió y entusiasmó a millones de jóvenes, en Manila celebró la santa misa ante cuatro millones de personas, el mayor encuentro de todos los tiempos.