Por un lado, la pandemia cambió las modalidades de los encuentros obligando a los líderes mundiales tener reuniones a través de teleconferencias por la imposibilidad de viajar. lo mismo harán también las Iglesias orientales “si la situación continúa, con un sínodo en streaming”. Por otro lado, la emergencia sanitaria “creó una situación positiva de solidaridad humana y reforzó las relaciones: es cuanto constatamos en la dedicación de los médicos, de los sacerdotes y de las personas de servicio, que expusieron la vida al peligro para procurar las cosas necesarias y ocuparse de las personas”.
Para el primado caldeo las personas “se volvieron más reflexivas, propensas al análisis”, critican y piden reformas, no aceptando “que se imponga a ellos una religión por ley o constricción sino que brote de una persuación interna, exige “un lenguaje nuevo” por parte del clero, que sepa suscitar “maravilla” en el fiel que “recibe la Buena Noticia y el deseo de vivirla: cosas, estas, que refuerzan lo atractivo de la Iglesia y la confianza en ella”.
Los sacerdotes, explica el Card. Sako no son “sobre intendentes ni tampoco empleados”, sino “padres y pastores” a contacto con los fieles de los cuales conocen las necesidades. La renovación, prosigue, “no, debe ser hecho [...] jugando sobre las palabras sobre argumentos importantes, sino enfrentándolos con mucha precisión y claridad”. Él ataca a cuantos afirman que la pandemia de Covid-19 sea un castigo de Dios, porque “esta reflexión contrasta con los valores centrales del cristianismo.