A modo de ejemplo, Ozores enumera el suministro de paquetes navideños para niños en Siria, devastada por la guerra, ayudas para el transporte en misiones, para llegar a zonas remotas de África, también ayuda para el sustento de religiosas o sacerdotes necesitados que sufren penuria, pero que, gracias a este don, siguen prestando su servicio y pueden mantener viva la llama de la fe incluso en los momentos más oscuros.
«La fe viva de muchos de esos cristianos perseguidos es un auténtico regalo para nosotros. Allí, la Navidad no ha perdido su sentido primitivo. Es una fiesta de esperanza: Dios se hace hombre para salvarnos. Hagámosles, pues, también nosotros un regalo a ellos para que puedan desarrollar esa fe. Es algo que dura mucho tiempo, e incluso eternamente», afirma el Secretario General.
El padre Thabet Habib, sacerdote diocesano de la llanura de Nínive, al norte de Irak, se muestra muy agradecido por la iniciativa y subraya la importancia de la ayuda para su región: «Cuando terminó la guerra y regresamos a nuestra patria, no teníamos nada. Nuestras casas habían sido destruidas. Gracias a su ayuda y al hecho de que los terroristas no consiguieron destruir nuestra fe, estamos reconstruyendo nuestras iglesias para poder volver lentamente a la normalidad. Para mí, lo más grande es siempre cuando veo aflorar una sonrisa en la cara de los miembros de mi parroquia».