Durante esta cuaresma queremos centrar nuestra atención en mujeres grandes, que encarnan el Evangelio y con dulzura ponen bálsamo a las penas que afligen a los más pobres y abandonados. Acompáñanos en este camino y a través de estas mujeres descubre a Jesús.
Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, MJVVIN, PERU.
Madre Graciana
“Vayan y anuncien el Evangelio a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”
“Mi nombre es Mari Graciana, tengo 28 años y soy de Piura. Somos cinco hermanos de los cuales soy la tercera. Piura está en la costa norte del Perú, es un lugar bastante cálido, la gente es muy alegre, espontánea, abierta, muy cariñosa y acogedora también.
Yo estudié con mi hermana, en un colegio de religiosas. Mi familia nos inculcó valores, así que todo lo que hacíamos lo hacíamos pensando agradar a Dios en primer lugar y a nuestros padres.
Creo que el pasar toda mi infancia y parte de mi adolescencia en este colegio religioso me contagió ser así, empecé a adquirir actitudes de las religiosas, su forma… pero hasta los 13 años yo jamás pensé ser religiosa, una de las madres del colegio que era la profesora de religión me llamó un día en la hora del recreo y me preguntó: ‘¿a ti nunca te gustaría ser religiosa? ¿no te gusta la vida que nosotras llevamos?’ y en verdad empecé a pensarlo, a pensarlo muy de cerca. Pasé más horas delante del Santísimo, preguntándole qué quería para mí. Pero creo que aunque rezaba bastante comparado con las chicas de mi edad, no era diferente a las demás jóvenes.
Pasado un tiempo, delante del Santísimo me decidí a seguir su llamado, pero ahora la pregunta era ¿cómo decirlo a mis padres? Mi papá no estuvo de acuerdo en ningún momento. Fue bastante duro para él. Por el contrario mi mama siempre me apoyó, es más, se alegró cuando le dije que yo quería ser religiosa, me dijo que no había vida más hermosa que la de estar junto a Dios y que ella se iba a sentir tranquila al saber que yo estaba bien.
Las religiosas que enseñaban en mi colegio se dedicaban a la docencia, solamente a enseñar en colegios y esa fue una de las preguntas: ¿a qué congregación ingresar?
Tenía dudas, a pesar de que me gustaban las madres de mi colegio, su forma de ser y todo, empecé a preguntarme qué voy a hacer. Me gustaba ser profesora en ese tiempo, me atraía la docencia pero no como para vivir toda la vida enseñando.
En un retiro que hice en mi parroquia salí más confundida aún al ver los carismas de todas las congregaciones. Estaba muy, muy dudosa, acerca de dónde ir. Cuando ya estaba por salir del centro donde habíamos hecho el retiro, se acercó mi párroco y me dijo: ‘¿Y te decidiste?’ Por qué él sabía de mi vocación, entonces yo le dije: ‘No Padre, estoy más confundida que nunca, no sé adónde voy a ir’ y me dijo: ‘ Creo que el Señor te va a hablar” y me entregó un rollito de pergamino dentro de un frasquito con una cita bíblica. Yo inmediatamente lo saqué y leí: “Vayan y anuncien el Evangelio a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo” eso fue para mí más que una respuesta. Yo me dije: ‘Las religiosas de mi colegio no bautizan, no salen a predicar el evangelio entonces ¿adónde voy a ir?’ Ninguna de las congregaciones que se me habían presentado ese día en el retiro tenían vocación misionera, me quedé tranquila pensando que algo pasaría. Fue entonces cuando llegaron a mi casa las madres de nuestra congregación, misioneras de Jesús Verbo y Víctima. Me mostraron el carisma, los lugares donde trabajan, la misión que realizan y yo dije: ¡esto es lo mío!
Vida en la comunidad
Formación:
“La vida en el convento en la etapa de formación es un poco variada a la vida que llevamos luego en un centro de misión. Nos levantamos a las 5:15 de la mañana, tenemos oración de laudes, meditación, santa misa y después desayuno.
Después del desayuno tenemos la primera hora de clase, nosotras estudiamos toda nuestra vida una hora de Biblia, qué es la primera hora y teniendo como guía los escritos de nuestro Padre Fundador.
Después de esa hora de clase de Biblia tenemos una hora de estudio teológico. Durante nuestra etapa de formación estudiamos: teología, dogma, moral, historia de la Iglesia, filosofía, antropología, nociones de Derecho Canónico. Es decir temas que nos van a servir de base para la misión.
Luego vienen los oficios, a cada una se le distribuye un oficio, más o menos de acuerdo a nuestras habilidades: la cocina, la limpieza, la costura, la panadería, la zapatería, hacemos de todo…
Después de esa hora de oficios tenemos la oración al mediodía, el almuerzo y una hora libre, seguida de la oración de Vísperas, una hora más de clase y después otra vez tiempo de oficio. Después de la cena tenemos el recreo donde todas compartimos nuestras alegrías, lo que nos pasó en el día y ya terminamos nuestro día rezando Completas y nos retiramos a nuestra celda”.
Vida en la Misión:
“Aquí en la misión, la vida ya es un poco más rápida, nos levantamos y hacemos la oración y la hora de Biblia igual, pero ya después tenemos nuestras labores apostólicas. Salimos de dos en dos a hacer visitas a los domicilios, a las familias o si hay alguna fiesta patronal vamos a visitar a los pueblos. La vida es un poquito más distinta de la etapa de formación porque ya nos abocamos a lo que nos hemos preparado durante cuatro o cinco años, que es la misión. Nuestros horarios de oración son los mismos pero luego pasamos mucho tiempo con la gente. Los domingos tenemos catequesis, preparamos para los bautismos y atendemos a nuestros grupos parroquiales.”
Su trabajo en la misión visitando familias:
Cuando vemos que algún fiel se está alejando de Dios suele ser porque algo está pasando en su familia, entonces decidimos visitarlos. Por lo general aparte de la pobreza material en los hogares encontramos bastante pobreza espiritual, a veces es un problema en la familia porque el esposo llega embriagado, o golpea a la esposa, los niños están abandonados en la casa… O los papás se divorcian, entonces la mamá tuvo que ir a trabajar a otro pueblo, o simplemente hay alguna disputa en la familia y eso hace que a veces ya se alejen de Dios. Es verdad que algunas personas cuanto más problemas tienen más acuden a Dios, pero a veces sucede lo contrario, tienen problemas entonces, ya no existe Dios: Dios no me ayuda, Dios no me quiere… Por eso hay que ir a dar esperanza a esa familia, a avivarles la fe. Si hay una dificultad en la casa no es porque Dios los está abandonando.
A veces encontramos bastante tristeza en las familias, pero yo creo que los dejamos bastante confortados. Se alegran mucho de que visitemos su casa, para ellos es una bendición, incluso dicen conmovidos: ‘Madrecita, no pensé que me tienes presente, que piensas en mí, no, no lo pensé’.
Dios nos ha dado, creo, un corazón más grande que todas las mamás parece que tenemos un sexto sentido para esas cosas: éste estaba triste en la Iglesia, ya no sonreía, a este le pasa algo… Nosotras salimos también muy contentas de haber ayudado a un alma, no le hemos solucionado su problema pero hemos puesto un poquito de amor y de esperanza en esa familia que lo necesitaba.
Su labor de llevar la Eucaristía a los enfermos y ancianos…
‘Cada viernes voy a llevar la comunión a los ancianos. Es un momento bastante difícil, en primer lugar porque antes estos ancianos iban ellos mismos con su fuerza a la iglesia, comulgaban, rezaban, ya no lo pueden hacer ahora. Entonces esa impotencia los hace sentir totalmente mal, muchos de ellos no aceptan su ancianidad, no quieren aceptar sus enfermedades, dicen: ‘Madrecita antes yo iba a mi chacra (campo, huerto), iba a la celebración todos los domingos, me iba a rezar el Rosario, ahora no puedo, el Señor me está castigando’ y lloran, para mí es bastante doloroso ver una situación así, me conmueven a veces hasta las lágrimas.
Pero es maravilloso cuando les digo: ‘Ahora ha venido un amigo a visitarte’ – ‘¿Quién?’ contestan. Yo les digo: ‘Jesús, Jesús ha pensado en ti, ha dicho: Margarita ya vino tantos años a verme, ahora yo voy a ir a visitarla, y te hemos traído la comunión’.
Es el momento que más se alegran, sienten una alegría que yo no sabría siquiera describir, pero lo manifiestan con sus lágrimas, con su sonrisa, es una mezcla de todo. Entonces le digo: ‘Ahora vamos a prepararnos porque el Señor está ansioso por estar contigo’. Preparamos la mesita, el altar donde vamos a poner el Santísimo y ellos comulgan con mucha felicidad, con mucha alegría.
Las dificultades:
“Para mí lo más difícil es no poder llegar a todos, a veces siento impotencia de no poder estar quizá más tiempo con ellos. En realidad somos pocas, nos faltan vocaciones, almas generosas que quieran ser como nosotras para llevar el Evangelio, una palabra de aliento a esas personas. Muchas veces eso me ha puesto un poco mal, ¿cómo no he podido llegar a tal familia? El tiempo nos llegó justo y no pudimos hacer esto, me cuesta mucho el no poder ir más allá, el que a veces los pueblos estén tan lejanos, sean los caminos tan difíciles para llegar y no poder llegar a todos.”
Una anécdota de su trabajo que quiere compartir…
Le voy a contar del grupo de 12 a 15 monaguillos que tengo a cargo, les enseñamos cómo atender en la celebración, tocar la campana, llevar las velitas, recoger la limosna, esas cositas… Dentro de la reunión que tenemos cada viernes no solamente trato de enseñarle lo que tiene que hacer en la iglesia sino también valores, como debe ser su comportamiento, su actitud en la iglesia, en el colegio, con la mamá. Les digo: ‘Porque ustedes ya no son como los demás niños, ustedes son especiales, están en el altar’. Los niños más o menos son de 8 a 11 años, así que son bastante dóciles, pero como niños no dejan de ser traviesos.
Una vez recuerdo que un grupo de ellos hizo una travesura muy grande. Yo me decía les tengo que reprender un poquito porque si esto se repite está muy mal, entonces me preparé espiritualmente y los llamé. Primero llamé al protagonista de esta fechoría, de esta travesura y le dije: ‘Mira, lo que has hecho no está bien, yo te quiero mucho pero no voy a permitir que esto se vuelva a repetir’, entonces él me miró y dijo: ‘¿Madre, tú me quieres?’ ‘Claro que te quiero’ le contesté. Entonces él me abrazo y me dijo: ‘Mi mamá nunca me dice que me quiere’. Eso me desarmó, se me fueron todas las ganas de reprenderlo. Estos niños verdaderamente no tienen una familia, una mamá, un papá que les diga que les quiere todo el tiempo a la chacra (al campo), a la chacra, a la chacra. Ellos se escapan para venir a la parroquia, para estar con nosotras. Me di cuenta de lo importante que una, como madre, puede ser para ellos. Algo que yo no había pensado antes, yo pensaba que es normal que ellos – son niños – vengan y le abracen a una, le demuestren el cariño, pero en el fondo de todo esto está el vacío que ellos tienen. Se me pasaron las ganas de reprenderlo y él también se fue muy tranquilo y contento porque la madre le quería.
2 Comments
hola hnas . DIOS las Bendigas … se puede aser experiencias religiosa con ustedes . tengo 54 años. puedo servir para el aseo , cocina , catequesis …pero vivo en argentina.
espero su respuesta. silvia
Estimada Silvia, te aconsejamos que te pongas en contacto directo con la congregación de las hermanas en Perú. Ellas pueden responder tu inquietud. Un abrazo