todos los que le ayudaron a lograrlo.
En la noche del 24 de diciembre, el Obispo Metropolitano celebró una misa solemne en la catedral. A la celebración asistieron el Nuncio Apostólico en Bielorrusia, el Arzobispo Ante Jozic, y el Vicario General de la Arquidiócesis de Minsk-Mogilev, monseñor Jurij Kosobutskij. La misa también fue transmitida en línea, para más de 4.000 fieles. El obispo agradeció al Papa Francisco, representado por el nuncio apostólico, por la realización del milagro de su regreso.
La homilía de mons. Kondrusiewicz se centró en la exaltación del puesto de Jesucristo en el corazón del ser humano. "Los desafíos inesperados que han golpeado al mundo y a nuestro país han mostrado tanto la fragilidad del orden mundial moderno y su vulnerabilidad, como los problemas espirituales del hombre moderno", dijo el obispo. "El hombre no ha confiado en Dios, sino en sí mismo, en su intelecto, en el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la cultura. La epidemia ha demostrado cuán insuficiente es esto, pues el tamaño microscópico del virus comenzó a desafiar a los poderosos de este mundo y los puso de rodillas.
El coronavirus ha cambiado los hábitos de vida del mundo moderno, y nos ha hecho reflexionar sobre el lugar de Dios y del hombre en nuestras vidas y en la historia humana". "La difícil situación sociopolítica de nuestro país, que se ha convertido en un nuevo desafío, también nos llama a prestar más atención a Dios y a la observancia de la ley de Dios", añadió el arzobispo, "¡cuán diferentes serían nuestra patria y nuestras vidas si viviéramos según la ley del amor a Dios y al prójimo! ¡Si tan sólo pudiéramos perdonarnos unos a otros! ¡Si sólo, siendo diferentes, nos uniéramos en el cuidado del bien común! La respuesta del "Sí" de María a Dios cambió la historia del mundo, ya que dejó entrar al Salvador, cuya Natividad celebramos hoy. ¡Cómo sería nuestra historia si estuviéramos de acuerdo con la voluntad de Dios, si le dijéramos nuestro ‘¡Sí!’”.
Kondrusiewicz recordó que "las puertas de la ex Unión Soviética, donde el ateísmo militante reinó durante tres generaciones, se han abierto a Cristo. Tenemos libertad, y esto incluye la religión. Desafortunadamente, pronto olvidamos que la libertad no es sólo un regalo, sino también una responsabilidad. Por consiguiente, hemos sido encantados por el becerro de oro de la prosperidad material, los placeres y la libertad ilimitada sin responsabilidad moral, y hemos comenzado a adorarlo... Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, abramos nuestra puerta a Jesús, que nació para inaugurar el ministerio de la Iglesia, y dejemos que nos visite".