Solidaridad y generosidad, un testimonio de amor
En la homilía de la beatificación el santo polaco también decía de ella: “Victoria practicaba la solidaridad con constante generosidad, poco preocupada por acumular riqueza en esta tierra. No se trataba sólo de donar, sino de salir al encuentro de los pobres, de los enfermos o de los presos y testimoniarles todo el amor de que era capaz: aliviaba su sufrimiento y ofrecía lo que tenía con humildad, olvidando su privilegiada posición social”.
Con sus hermosos dones de mujer asumió la misión de evangelización
Victoria muestra en particular el lugar que ocupa la mujer en la Iglesia – decía aún San Juan Pablo II-. Mujer laica, ella recuerda a las mujeres del Evangelio, o más bien a aquellas de las que san Pablo ha conservado la memoria: Lidia, que desempeñó un papel importante en la joven comunidad de la ciudad de Filipos, Dámaris que aceptó el Evangelio en Atenas cuando muy pocos lo escucharon, Lois y Eunice que transmitieron su fe a Timoteo.
“Con sus hermosos dones de mujer, Victoria, a su vez, asumió las misiones de evangelización, santificación y animación. Ha podido llevar a cabo una intensa actividad en buena armonía con todos los miembros de la Iglesia, ya sean hombres o mujeres, sacerdotes o laicos”.
Victoria, estímulo para todas las mujeres de Madagascar
“La beatificación de Victoria es un estímulo para todas sus hermanas de Madagascar. ¡Que se sientan plenamente reconocidos en su dignidad y responsabilidad como cristianos! ¡No duden en dar su contribución específica a la evangelización! Su actitud de escucha de la Palabra de Dios y de transmisión de la fe, la calidad de su sentido moral, su sensibilidad particular a la dignidad del ser humano son bienes insustituibles para la Iglesia” (Homilía de Juan Pablo II, Antananarivo - 30 abril 1989)