Tras dos intentos fallidos de repatriación en noviembre de 2018 y agosto de 2019, los refugiados rohingya se sienten ahora completamente indefensos y abandonados, confundidos y con un futuro incierto. "Dicen que no pueden esperar construir un futuro viviendo en estos campamentos estrechos en Bangladesh", explicó el padre Veluswamy. Por otra parte, pensar en regresar a casa, el estado de Rakhine, en Myanmar, sin garantías para la seguridad para las mujeres, niñas y niños y el respeto de sus derechos fundamentales, les resulta igualmente deprimente.
Tras haber acogido a los rohingya en su territorio, Bangladesh acusa el peso de ocuparse de estas personas y garantizar su seguridad. Su presencia ya causa muchos problemas. El Gobierno de Bangladesh había solicitado la ayuda y el apoyo de la comunidad internacional y de las Naciones Unidas con la esperanza de poder repatriar a 1,1 millones de ciudadanos de Myanmar desplazados ya en junio de 2018. Pero hasta ahora todos los esfuerzos no han conducido al resultado deseado.
El jesuita señala que en el pasado, ante una crisis similar, gracias a los esfuerzos bilaterales entre Bangladesh y Mynamar, apoyados por el ACNUR, fue posible el retorno voluntario y seguro de 200.000 refugiados en 1978 Rohingya y otros 250.000 en 1992. Casi todos regresaron a su patria en el estado de Rakhine, en el oeste de Myanmar, y han podido recuperar su hogar, su tierra y sus propiedades.