La piedad popular, tan presente en nuestra idiosincracia, ha hecho de esta fiesta una de las grandes ocasiones de encontrarnos con nuestra fe.
Celebrar a la Madre, dar gracias, pedir favores, rezar, congrega a cientos y miles que esperan todo el año esta fecha. Los santuarios marianos y especialmente los dedicados a la Inmaculada Concepción se repletan de fieles y " todo resuena con vuestro Nombre y alabanza. Vuestro santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos".
Este año se puso en duda la celebración, pero los mismos fieles pidieron estar con su Madre y es así que todos juntos celebraremos nuevamente a la Inmaculada Concepción.
Y este 8 de diciembre nos consagraremos al Inmaculado Corazón para que ella nos ayude a encontrar la paz y unidad que tanto necesitamos.